Las chicas de oro

LAS BÁRBARAS

La primera frase de Las Bárbaras, el nuevo texto de Lucía Carballal, parece una declaración de intenciones: “No quiero más dramas en mi vida / Sólo comedias entretenidas”. La dice la cantante que ameniza el bar de un hotel donde han quedado tres amigas, más o menos entradas en años. Pero, claro, no es Carballal quien habla, sino Fangoria, en la voz límpida y hermosa de María Rodés, que en este montaje ejerce de intérprete musical y de actriz. Alaska se repetirá más adelante, casi ya al final, con un clásico: A quién le importa.

Para entonces, el espectador habrá comprendido que Carballal ha jugado al despiste y ha triunfado: Las Bárbaras es, sin duda, una comedia entretenida. Muy entretenida, de hecho. Un espectáculo pequeño pero redondo cuajado de diálogos que invitan a pensar y un humor que no hace prisioneros. Pero también esconde mucho más: es el drama de la vida misma. Y es, de paso, casi un musical de bolsillo por el que desfilan también versiones nostálgicas pasadas por el filtro indie de Mari Trini o Julio Iglesias (habrá dos funciones en las que la intérprete será Tulsa). Y, por supuesto, es una catarsis sin aspavientos, como corresponde a la comprensión mutua y redención que alcanzan tres viejas amigas que ya están de vuelta de todo, empezando por estar de vuelta del drama, porque a las tres se les ha muerto un ser querido común, que es el hecho que enciende la mecha de la función.

Las bárbaras es todo eso unido. Es una suma idónea de factores que invitan a seguir creyendo en el talento de esta joven dramaturga.

Un espectáculo pequeño pero redondo cuajado de diálogos que invitan a pensar y un humor que no hace prisioneros.

El teatro de Carballal no contiene sorpresas en su concepción formal: se sostiene sobre el texto, el diálogo y las ideas. Los elementos y estructuras que hicieron grande en su día a Arte, de Yasmina Reza, obra con la que comparte no pocos puntos en común -tres amigas, con dos de carácter fuerte y otra en el medio, llevándose los golpes, y más de una reflexión sobre la vida, las contradicciones y las aspiraciones-, o a Hermanas, de Carol López.

Imagino que no es casual que sea precisamente la propia López quien dirija este montaje de Carballal. En aquel texto suyo, que fue un éxito en la cartelera de Barcelona y muy aplaudido en su paso por Madrid, López enfrentaba a sus criaturas, tres hermanas, a las confesiones y dardos que habían callado durante años. Es una estructura muy explorada por el teatro de autor y comercial, y por todos los estadios intermedios entre uno y otro. Este de Carballal es un texto estrenado en el CDN, pero perfectamente podríamos verlo en un teatro privado, llenando durante meses, porque tiene esa capacidad para enfrentarnos con humor a nosotros mismos que las grandes comedias de bulevar logran. Estando, no lo duden, mucho mejor escrita que los textos que por aquí hemos visto de Matthieu Delaporte y Alexandre de la Patellière o de Florian Zeller.

Y, otra cosa: Las Bárbaras es, además, una obra divertida. A rabiar.

Fabuloso y compenetrado el trabajo de Fernández, Wagener y Martínez. Son tres chicas de oro, tres visiones contradictorias, con sus luces y sombras, de diferentes caminos vitales.

Me reí mucho con la dinámica, los diálogos, los pullazos y las reacciones de las tres amigas, tres mujeres maduras que podrían representar un espectro amplio de las españolas de su generación: una disfruta ejerciendo de abuela; otra tiene también nietos pero no renuncia aún a su feminidad y a merendarse los placeres de la vida, negándose a entrar oficialmente en la tercera edad; la tercera ha consagrado su vida a su carrera, un espacio donde hay cabida para el éxito pero no para la familia. Fabuloso y compenetrado el trabajo de Amparo Fernández, Ana Wagener y Mona Martínez, que les dan vida, respectivamente. Son tres chicas de oro -más jóvenes y modernas que las americanas-, tres visiones contradictorias, cada una con sus luces y sombras, de diferentes caminos vitales.

Lo más interesante de Las Bárbaras es su feroz valentía: en tiempos del #MeToo plantea una acertadísima reflexión -o más bien unas cuantas- sobre qué significa ser mujer hoy. Habla de feminismo, del feminismo actual y sus excesos, del heteropatriarcado y las renuncias vitales y profesionales. Habla de la elección y la libertad. Carballal no da la espalda a nadie ni enarbola banderas, y ahí reside la fuerza y la inteligencia de este texto y de un montaje recomendable y recomendado desde aquí para todo aquel que contemple lo que le rodea con los ojos, el corazón y el pensamiento abiertos.


Autora: Lucía Carballal. Directora: Carol López. Intérpretes: Amparo Fernández, Mona Martínez, Ana Wagener, María Rodés (en alternancia con Tulsa, días 20 y 24 de octubre). Música: María Rodés, con canciones de Mari Trini, Julio Iglesias, Alaska y los Pegamoides. Escenografía: José Novoa. Iluminación: Pedro Yagüe. Vestuario: Antonio Belart. Teatro Valle-Inclán (Sala Francisco Nieva). Madrid.

Estrellas Volodia

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