Un colorido “Don Gil”

DON GIL DE LAS CALZAS VERDES

Lo lleva en el título, así que es razón que la obra sea alegre y colorida. Lo ha demostrado el nuevo estreno de la Compañía Nacional de Teatro Clásico en Almagro, que homenajea y recuerda al que hizo hace años Marsillach. Tirso de Molina estrenó Don Gil de las calzas verdes en 1615. Casi cuatro siglos después, esta joya del Siglo de Oro, amén de popular como pocas -no es raro ver algún Don Gil en España cada temporada-, sigue manteniendo su poder para divertir intacto.

No es ni más ni menos que una sobresaliente comedia de enredo ambientada en el Madrid de la época en la que Tirso que se sirve de un recurso habitual en el género: travestir al protagonista. En este caso, Don Gil es en realidad Doña Juana, una dama despechada que persigue a su amante, Don Martín, desde Valladolid hasta Madrid. Don Gil es también el nombre falso que emplea el galán huido, que ahora corteja a otra dama, Doña Inés.

Alegría, en definitiva, de una comedia que Eduardo Vasco y la Compañía Nacional de Teatro Clásico saben extraerle a los versos con un ritmo impecable

La confusión está pues servida, con mil y un equívocos bordados en un verde vigoroso por el ingenio de Doña Juana y su potencial erótico como el andrógino Don Gil, que es tan capaz de enamorar a Doña Inés como de perturbar a su criado, Caramanchel -su nombre es una de muchas referencias a la capital y su entorno, uno de esos personajes que valen un potosí por su comicidad cándida y sus monólogos. Porque ése, más allá del argumento de folletín, es el gran valor de esta obra: un autor en estado de gracia.

"Don Gil de las calzas verdes", de Tirso de Molina | Dirección: Eduardo Vasco | Foto: Ros Ribas

Una pluma en la que la reiteración es tintineo y fiesta. Las ocurrencias de Doña Juana/Don Gil (muy bien en su doble papel Montse Díez, una actriz con carácter), los golpes de humor de Caramanchel (Joaquín Notario, actor imprescindible en esta CNTC que aquí cuaja una gran interpretación), el gafe del cobarde Don Martín o los celos patológicos del ofuscado pretendiente Don Juan (Miguel Cubero y Toni Misó arrancan risas con unas interpretaciones de primera) se suceden de forma encadenada con escenas memorables, que tienen su clímax con el encuentro de hasta cuatro ‘Don Giles’ en un juego de confusión carnavalesca.

Alegría, en definitiva, de una comedia que Eduardo Vasco y la Compañía Nacional de Teatro Clásico saben extraerle a los versos con un ritmo impecable. El reparto parece sentirse cómodo en los ropajes del verso de Tirso, y conecta con precisión con el texto, con mención especial a Pepa Pedroche, estupenda Doña Inés pizpireta y caprichosa.

Sin duda, la elegancia del concepto escénico ayuda. Telones, mapas de la villa y corte, cuadros medio tapados y cortinajes de época que son a la vez homenaje a la ciudad, al autor y a la época. Entre las mil vías de aproximarse a un clásico, no está mal encontrarse una comedia de época en la que, sin recurrir a la anacronía de la metralleta tan de moda, no se cede al cartón piedra y al vestuario de baúl.

Es mérito de Lorenzo Caprile -que debuta de forma brillante como figurinista- hacer de ésta una comedia de vivos tonos: por alegre y por colorida. Una explosión versallesca de diversión en rojos, azules y morados. Y verde, cómo no, a quintales.


Autor: Tirso de Molina. Versión y dirección: Eduardo Vasco. Reparto: Montse Díez, Joaquín Notario, Pepa Pedroche, Toni Misó, Miguel Cubero, lone Irazábal, Juan Meseguer, César Sánchez….. Vestuario: Lorenzo Caprile. Escenografía: Carolina González. Iluminación: Miguel Ángel Camacho. Música: Alicia Lázaro. Coreografía: Lieven Baert. Asesor de verso: Vicente Fuentes. Hospital de San Juan. Almagro (Ciudad Real). 29-6-2006.

Crítica publicada originalmente en La Razón (3-7-2006).

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