La suerte

 “Él necesitaba una familia. Nosotros la deseábamos. Peripecia de un encuentro: historia de una adopción homoparental.

A menudo se ha abordado la adopción desde el conflicto o el drama. Por un lado por las dificultades a las que se tenían que someter los adoptantes y, por otro, por el entorno del que proceden los menores. Hace décadas era un tema casi tabú y aún son frecuentes las connotaciones negativas de la adopción.

Si algo caracteriza al perfil y las necesidades de las personas adoptadas y de sus familias es su variabilidad y la ausencia de una tipología homogénea. No se puede obviar que detrás de toda adopción hay una situación previa de adversidad, pero resulta imprescindible evitar posiciones estigmatizantes.

La adopción es el camino para ofrecer una nueva familia a aquellos niños que han perdido la suya y aunque esto sea una actividad de ganancia, la experiencia de pérdida es particularmente importante en la historia de las niñas y niños adoptados. Uno de los principales factores de resiliencia es la capacidad de construir un relato aceptable, que de algún significado positivo o esperanzador a lo que nos sucede.

Las historias que nos contamos pueden ayudarnos a entendernos a nosotros mismos, a entender el mundo, a dar sentido a lo que nos pasa y a avanzar hacia un lugar donde podamos sentirnos mejor con respecto a lo ocurrido. La mente humana construye relatos constantemente y sobre todo el relato más importante que es la identidad. Pero la identidad puede ser una condena cuando el resultado es una representación no pretendida o una representatividad impuesta.

Tras la adopción la mayoría de chicos y chicas logran una muy notable recuperación de los problemas con que llegaron. La gran mayoría sale adelante de forma positiva, son felices y hacen felices a otras personas. Esto no quiere decir que los procesos de adopción sean historias siempre maravillosas, son historias de educación, de crecimiento”.