Cabaret asicalíptico

ALFONSO EL AFRICANO

Alfonso XIII reinó en España entre 1886 y 1931. Esto es, desde que nació hasta que se proclamó la II República. Alfonso el Africano, el espectáculo de Chiqui Carabante producido por el CDN, es un cabaret deslenguado y brutal sobre uno de los aspectos más sonrojantes del Borbón, harto conocido pero no por ello menos sorprendente: su aficción a las películas porno caseras, hechas para él. Digo sonrojante sin atisbo de lectura moralizante. El problema no es el cine porno, sino que fuera la primera figura pública y jefe del Estado el que dedicara su tiempo y energías a ello. A Carabante y el resto de la troupe de la compañía Club Caníbal el “hobby” del monarca les sirve para darle un repaso a su figura, al resto de su controvertido reinado, marcado por la guerra del Rif con el infame desastre de Annual -de ahí el Africano del título- y la dictadura de Primo de Rivera, que encontró la connivencia del rey, y finalmente cerrado con su abdicación.

De la pasión pornógrafa de Alfonso XIII han sobrevivido tres películas, que se conservan en Valencia, pero se estima que encargó más (quizá hasta 50). Fue el primer productor de pornografía en España, a través de una productora creada ad hoc, Royal Films. Reclutó a los hermanos Baños, que eran cineastas ya consolidados, involucrando al Conde de Romanones como intermediario, y reclutando a chulos y prostitutas del Barrio Chino de Barcelona como protagonistas. 

Hay pocos datos sobre la actividad pornógrafa, pero con lo que hay y un tanto de ficción irreverente, Carabante levanta un cabaret crítico y visceral en el que deja por los suelos al monarca y lanza andanadas a sus herederos, con guiños al “Campechano” y a “Sofía”, entre otras lecturas actuales de un espectáculo con una clara dimensión política. Todo legítimo, he ahí una de las funciones del teatro.

El tono general es chusco, algo ramplón. Dentro de la sal gruesa, hay momentos de más brillo. El diálogo del monarca con su propio pene, encarnado en un Vito Sanz tiene momentos muy divertidos

El cabaret es un vehículo nada habitual en los teatro públicos. Tampoco este Alfonso el Africano es puramente un cabaret, sino teatro que juega al cabaret. Por momentos, recuerda los códigos escénicos y tono de aquel Alejandro y Ana de Animalario. De hecho, peca de algunos de sus vicios sin tener la mejor de sus virtudes: el texto de Juan Mayorga y Juan Cavestany era otro vehículo de carga directa política (de hecho, contra un partido en concreto). Era excesivo, sí, como el de Carabante, y al igual que este, sesgado sin atisbo de complejos. Pero también era ingenioso y mordaz, repleto de líneas y escenas notables. Y eso falta aquí.

El montaje creado por Club Caníbal para el CDN repasa en una sucesión de escenas pintorescas los momentos más vergonzantes del reinado de Alfonso XIII, pero el tono general es chusco, algo ramplón. Podría pensarse que esto, cuando se habla de cabaret, es lo normal, pero lo cierto es que lo sicalíptico, adjetivo que adorna la promoción de este montaje, es cosa diferente y aquí brilla por su ausencia, salvo en el arranque, cuando Juanfra Juárez, a modo de maestro de ceremonias, da la bienvenida al público a la Sala de la Princesa, hábilmente convertida en boite cabaretera, prostíbulo o similar con profusión de adornos dorados, sillas, sillones, tresillos y lámparas. Lo sicalíptico es el juego, lo picante y atrevido, lo erótico. La sicalipsis la construye el lenguaje y vive en la confusión, en el malentendido, en el doble sentido y la insinuación. Pero el texto de Carabante y compañía va más a la broma explícita y la sátira procaz. Es un montaje asicalíptico: un puñado de escenas cargadas de sal gruesa sin especial salero.

No faltan momentos de más brillo, a pesar del tono: el diálogo del monarca con su propio pene, encarnado en un Vito Sanz con cara de pena, es un hallazgo divertido, golfo y original

No faltan momentos de brillo, a pesar del tono: el diálogo del monarca con su propio pene, encarnado en un Vito Sanz con cara de pena, es un hallazgo divertido, golfo y original. Pero poco aportan otras escenas más burdas y sin especial gracia, como la de las prostitutas del Raval reclutadas para el filme al comienzo o la áspera aparición del cardenal Segura, encarnado en un vociferante Juanfra Juárez.

Rescato el estupendo trabajo de Font García, convertido en trasunto en gestos y amaneramiento del Borbón, quizá lo mejor del cuarteto protagonista y del montaje en conjunto. Cabe preguntarse si el CDN es el sitio idóneo para una propuesta como esta que quizá encontraría un abrigo más lógico en el circuito independiente.


Texto: Chiqui Carabante, Font García, Vito Sanz y Juan Vinuesa. Dramaturgia y dirección: Chiqui Carabante. Escenografía: Walter Arias. Iluminación: Benito Jiménez. Música: Pablo Peña. Vestuario: Salvador Carabante. Proyecciones: Curro Ferreira (Director de fotografía) Sules García (Ayudante de cámara) Annamaria Scaramella (Coordinadora de postproducción). Intérpretes: Font García, Juanfra Juárez, Pablo Peña (músico en directo) y Vito Sanz . Teatro María Guerrero (Sala de la Princesa). Madrid.

Estrellas Volodia

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