Shakespeare, más divertido en la tragedia que en la comedia

OTELO (OTHELLO) / EL SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO

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Toda comedia tiene en Shakespeare, maestro de la comunicación entre géneros, momentos que amenazan tragedia, aunque al final no se cumpla el presagio, y toda tragedia tiene sus escenas livianas. O casi toda. Entre las más duras está Otelo, oscura y sin apenas concesiones. Ver a un patio de butacas doblado de risa con una propuesta bufa de la historia del moro es un acontecimiento singular. Y, en este caso, el del Otelo del director argentino Gabriel Chamé que ha estrenado en España el Festival de Almagro, toda una experiencia teatral.

Resulta curioso que se disfrutara tanto de una tragedia interpretada en clave de clown descacharrante y acto seguido una comedia con todas las de la ley, El sueño de una noche de verano, plato fuerte a priori del festival con el nombre en el cartel de Tim Robbins como director, todo un señuelo, no pasara de ser una propuesta de buen teatro, sí, pero algo ya visto, y de una estética naïf y floral que roza lo cursi.

Jugar es plantear una escena tabernaria en una imposible verticalidad de las mesas con una coreografía exacta de actores; o reinventar el concepto de diálogo entre personajes atrapados en cajas

Ver a los cuatro actorazos argentinos con que Chamé se monta su Otelo esenciado y deconstruido, con rupturas de cuarta pared, gestualidad payasa, bromas con el público, guiños a la actualidad y un enrevesado y frenético ajetreo de personajes, todo muy físico, fue mucho más divertido que asumir con cierta paciencia el viaje al bosque mágico propuesto por Robbins.

Porque jugar es plantear una escena tabernaria en una imposible verticalidad de las mesas con una coreografía exacta de actores; o reinventar el concepto de diálogo entre personajes atrapados en cajas; jugar es recrear mares con telas azotadas  en cuyo oleaje saltan barquitos de papel, y tomarse todo a chanza excepto el asesinato de la pobre Desdémona, única apuesta dramática del torbellino cómico de la mejor escuela de Chamé. La de veces que habrán trabajado al milímetro cada escena Matías Bassi –un Otelo imponente–, Julieta Carrera, que es una hilarante y gritona Desdémona, Hernán Franco –su Yago es para enmarcar–, y Martín López, que hace casi de todos los demás, desde Rodrigo a Casio. Su Emilia, una “mucama” que recuerda a las venezolanas de telenovela, debería estar en las antologías cómicas. Que vuelvan, por favor, y que giren por España mucho más.

La incursión en el mundo de hadas, duendes y reinas de la noche de Robbins dejó el gusto de escuchar a Shakespeare en su lengua, y un punto de partida bello que pronto se agota

Enfrente, la incursión en el mundo de hadas, duendes y reinas de la noche de Robbins dejó el gusto de escuchar a Shakespeare en su lengua, y un punto de partida bello que pronto se agota. Robbins quiere jugar también. Y es muy loable. Su bosque son ramas sujetadas por los actores, cuerpos entrelazados formando recodos de hierbas donde los amantes huidos de Atenas descansarán. Puck es buena parte del reparto a la vez, aunque tiene a veces la voz de actrices concretas, y a todos los adornan coronas florales y un aire entre hippy y hawaiano.

Atrás quedó la era de las grandes escenografías, triunfa el espacio vacío, pero la ley del péndulo hace a Robbins caer del lado contrario: su abuso de los juegos y movimientos actorales es también barroco; construye una escenografía “humana”, una pantalla de carne y hueso que agota, porque no paran de moverse, danzar, saltar y juguetear como animalillos, sin dejar que las palabras respiren y cobren vida en su importancia los diálogos. En todo momento es más importante la propuesta del director que la historia.

Sin duda, Robbins sabe dirigir y tiene ideas. Es curioso ver cómo las luces de neón no siempre son los faros a seguir y cómo en lo discreto se encuentra a veces el teatro con mayúsculas. La prueba, en un fin de semana «shakespeareano» de títulos archiconocidos y sorpresas para bien y para mal.


Autor: W. Shakespeare. Dirección: G. Chamé. Escenografía e iluminación: J. Pastorino. Reparto: M. Bassi, J. Carrera, H. Franco, M. López. Teatro Municipal. Almagro, 3-7-2015.

Autor: W. Shakespeare. Dirección: T. Robbins. Iluminación: B. Flanagan. Música: D. Robbins y M. Schmitz. Reparto: P. Adeli, S. Williams, A. Ferguson, A. Grusell, L. Hanson, A. J. Jefferis. Espacio Miguel Narros. Almagro, 3-7-2015.

Crítica publicada originalmente en La Razón y recogida en Notas desde la Fila Siete (Julio 2015)

 

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