Aquellos maravillosos años

LA NORIA INVISIBLE

Juana y Raquel tienen 15 años. Habitan ese lugar indefinido y confuso que es la adolescencia y acaban de conocerse en algún colegio o instituto de una España que podría ser la de hace 25 años o la de hoy. Poco importa -por más que las criaturas de las producciones de La Estampida sean seres coyunturales, apegados a una tierra, una cultura y un lugar- porque lo que viene a contarnos la nueva obra de José Troncoso es una historia de imaginación, de prejuicios y de valentía. Una comedia sobre sueños y realidades como bofetadas.

La noria invisible, desde una humanísima imperfección, es un montaje hermoso y divertido que confirma la capacidad del combo -director y compañía- para dibujar cuentos contemporáneos protagonizados por seres heridos que no pierden la esperanza y con los que es imposible no simpatizar.

En este nuevo montaje, Troncoso y compañía se asoman a ese periodo de desconcierto y descubrimiento que es la adolescencia a través de dos quinceañeras marginadas.

Ya lo demostraron con la divertidísima y azconiana Princesas del Pacífico, y en menor medida con la fantasiosa aunque menos lograda La cresta de la ola. En este nuevo montaje, Troncoso y compañía se asoman a ese periodo de desconcierto y descubrimiento que es la adolescencia a través de dos quinceañeras marginadas. Juana y Raquel, “La Gafas” y “La Tetas”, cargan cruces pesadas. Una, un físico desagradecido, una vida interior con amor a las letras y a creerse el centro del universo -¿qué adolescente no lo hace?- y secretos que acaso ni ella misma aún conoce bien. La otra porta una letra escarlata cosida en el uniforme escolar, fruto de un suceso pasado por el que es señalada, un episodio que no se nos cuenta pero es fácil de imaginar .

Desde un humor y un lenguaje que son puro realismo, comedia impregnada de códigos de patio de colegio y de calle, de parques y corrillos, Troncoso proclama un emotivo y triste canto a la amistad y al amor en esa edad en la que el acné y las carpetas forradas dejan claro que lo único importante en la vida es lo que suederá en los próximos cinco minutos. Porque en La noria invisible, como en los grandes actos de clown, hay una melancolia escondida bajo la carcajada, un poso amargo que ni las risas -muchas y buenas- del montaje pueden ocultar (ni lo pretenden).

Desde un humor y un lenguaje que son puro realismo, comedia impregnada de códigos de patio de colegio y de calle, de parques y corrillos, Troncoso proclama un emotivo y triste canto a la amistad y al amor

Trabajazo el que entregan Belén Ponce de León y Olga Rodríguez, una pareja en estado de gracia. Ni el estilo de La Estampida busca el naturalismo ni ellas lo necesitan para hacer creíbles y cercanas a estos dos seres exagerados y a la vez coherentes. Sus quinceañeras mascan chicle, tienen un pavo digno de Acción de Gracias y son divertidas a rabiar, pero allí donde se encuentran, cuando toca hablar serio, se cargan de emoción. Ponce de León es un torbellino, lo que no sorprenderá a quien la viera en Princesas del Pacífico. Rodríguez, a quien no recordaba haber visto antes, se merienda a su Raquel, como si hubiera nacido ayer con quince años.

El público ríe las ocurrencias cotidianas de los diálogos de las chicas: Troncoso, dramaturgo y director, trabaja con eficacia los diálogos raudos y las repeticiones, con ese “pues eso” que se espetan las protagonistas como un mantra como estribillo. El teatro celebra también los juegos de un pequeño montaje que amaga con ser un musical de bolsillo tirando sin complejos de playback y que rompe la cuarta pared sin pudor para alargar la mano y tratar de tocar al demiurgo que ordena la vida de Juana. Como en El show de Truman, la joven está convencida de que su vida es un videoclip que alguien está rodando. Pero claro, en la vida, al contrario que en el teatro, no existe el deus ex machina. O, en todo caso, existe pero se llama azar y es de una crueldad retorcida.


Dramaturgia: José Troncoso. Dirección: José Troncoso. Intérpretes: Belén Ponce de León y Olga Rodríguez. Asesoría de escenografía: Alessio Meloni. Iluminación: Leticia L. Karamazana. Música original: Mariano Marín. Coreografías y movimiento: Luis Santamaría. Teatro Español (Sala Margarita Xirgu). Madrid.

Foto: Susana Martín.

Estrellas Volodia

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