Detectives casi verdaderos

LLUVIA CONSTANTE

Lejos de la “buddy movie”, pero cerca en cualquier caso de la “movie” a secas, Lluvia constante tiene alma de thriller, aunque en su naturaleza de género se cuela, para bien, una intensa obra de personajes. La pieza de Keith Huff es un enrevesado retrato psicológico de sus dos protagonistas: Dani y Rodo (en la versión española). Dos policías, amigos desde la infancia, que desgranan como oratorio los hechos  pasados que les han llevado a su presente, una situación que se va construyendo sobre la marcha con idas y venidas temporales y que sólo entenderemos al final.

Aunque ellos bromean con Starsky y Hutch, la pareja recuerda más a los Rust y Marty de True Detective, con los que comparten, si no los hechos narrados –en la obra también hay un episodio con un asesino en serie, pero no es más que fleco de la historia–, sí su complejidad, su ambigüedad y sus excesos, sólo que entremezclados, como si en cada uno de los agentes teatrales se hubieran mezclado los respectivos ADN de los televisivos, o viceversa, pues la obra de Huff se estrenó en 2007 y la serie en 2014.

Aunque ellos bromean con Starsky y Hutch, la pareja recuerda más a los Rust y Marty de True Detective, con los que comparten su complejidad, su ambigüedad y sus excesos

La trampa de su estructura, de primero de escuela de guionistas –por aquello de no destripar la función el espectador inteligente perdonará que estas líneas no la descubran y lo hará por su cuenta– no es el peor defecto de este drama oculto tras la máscara del género. Basta con asumir, como hacemos al leer ciencia ficción, que estamos ante una convención narrativa. Como tal funciona y cabe decir que la obra de Huff, al menos en el montaje dirigido por David Serrano con inteligencia y buen hacer, mantiene el interés y, cuando llega la hora de las revelaciones, pesa más el retrato de dos personajes perfectos en su brutal imperfección que el engaño perpetrado para realizarlo. Lo mejor, el ritmo y la iluminación; más discutible es el efecto de lluvia, seña de un director que nada entre el cine y el teatro.

En cualquier caso, la esencia de esta obra son los actores. Tiene un dúo en perfecta síntesis. Dos interpretaciones de altura. Sergio Peris-Mencheta juega a la sutileza: su Rodo es el más contenido de ambos, un ser que espera, que aguarda a su momento, pero que cuando habla pone los puntos sobre las íes. Es el ex alcohólico Rodo, el hombre incapaz de construirse una vida, el perdedor. Pero también, descubriremos, el más sensato de los dos.

Esa fuerza de los escenarios llamada Roberto Álamo el que lo devora todo, imantando la mirada con su portentosa creación, todo fuerza corporal y verbal, un ciclón incontrolable

Cuando se alaba la moderación de un actor, parece aceptarse que lo contrario, el exceso, no es deseable. Pero hay excepciones. De hecho, si Peris-Mencheta está de aplauso, lo cierto es que es esa fuerza de los escenarios llamada Roberto Álamo el que lo devora todo, imantando la mirada con su portentosa creación, todo fuerza corporal y verbal, un ciclón incontrolable. Dani es el polo opuesto a Rodo: un policía que, al comienzo, parece tener una vida familiar e ideal. Poco a poco descubriremos que es un tipo impulsivo, corrupto y violento que camina por el filo de la navaja y asistiremos a su autodestrucción en una espiral de errores y soberbia. 

Lo peor es que la historia viaja con exceso de melodrama y que, además, parece  más carne de celuloide que de escena. Policías, prostitutas, chulos y asesinos conforman una arcilla con la que David Fincher haría maravillas, pero que no acaba de encontrar su identidad propia, perdida entre un guion con oficio o una novela negra a lo Dennis Lehane y un drama, género obligado a buscar en conflictos personales una lectura universal. Un ángulo que esta obra, más allá de las conclusiones que se puedan extraer sobre la Policía de EE UU, no tiene.


Autor: Keith Huff. Versión y dirección: David Serrano. Iluminación: Juan Gómez-Cornejo. Escenografía y vestuario: Elisa Sanz. Reparto: Sergio Peris-Mencheta, Roberto Álamo. Teatros del Canal. Madrid.

Crítica publicada originalmente en La Razón, recogida en Notas desde la fila siete (Octubre 2014).

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