Un gran carnaval

NEKRASSOV

Hacía tiempo que no disfrutaba tanto con una obra de teatro de la que supiera, a ciencia cierta, que aspira a adoctrinarme sin pudor. En 1954, Jean-Paul Sartre había visitado la URSS y elogiado su sistema. En 1956, se había desdicho, más o menos, y distanciado del régimen soviético en El fantasma de Stalin. Escrita entre medias, en 1955, Nekrassov es una comedia total e inesperada de Sartre y todo lo que uno puede esperar del entusiasta que aún no había perdido la venda: un ataque despiadado al capitalismo y a la idea de lo que representaba EEUU y Occidente en el momento en que fue escrita, en plena Guerra Fría, con clara devoción por la ideología marxista.

Alineada con el Partido, esta feroz sátira de la prensa es en realidad una feroz sátira de “una” prensa en particular: la de enfrente, la conservadora, la reaccionaria, que, cómo no, es la tramposa, la inmoral, la vendida. Pero da igual: olvidémonosnos de que se le ve el plumero, porque vencidas las décadas y pasado el tiempo de las ideologías ciegas (¿he dicho pasadas?), todo se le perdona a un autor capaz de entregar a un protagonista tan endiabladamente magnético como el sinvergüenza Georges de Valera, un timador profesional con una filosofía vital digna de Alfred Doolittle, y capaz de pergeñar un enredo que deja al desnudo las vergüenzas de la peor profesión periodística.

Alineada con el Partido, esta feroz sátira de la prensa es en realidad una feroz sátira de “una” prensa en particular: la de enfrente, la conservadora, la reaccionaria

Porque, aunque Sartre no lo reconociera y su dardo solo apuntara en una dirección, cualquier lector inteligente sabrá ya que en todas partes cuecen habas. Y la aguda y dinámica mirada de Sartre sorprende y nada tiene que envidiar a la del Billy Wilder de Uno, dos, tres, como si este Nekrassov fuera el reverso marxista de la genial comedia de ejecutivos de Coca-Cola y próceres soviéticos corruptos. Sí, el filósofo huraño y pesimista también tenía un afilado sentido del humor.

Con un enredo de fondo socio-político y las herramientas más clásicas del vodevil -confusión de personajes, entradas y salidas-, Sartre construyó una comedia de altura: un periódico ultraconservador quiere carnaza anticomunista como sea y la patata caliente vuela de presidente a director y de director a redactor. La encontrarán en Nekrassov, un alto cargo soviético que ha desertado y del que esperan extraer oro puro contra la URSS. Solo que Nekrassov no es Nekrassov, sino el gran criminal De Valera, un artista del fraude dispuesto a vivir aquí y ahora, agarrando su gran portunidad con las dos manos y exprimiendo la idiotez que le rodea con su verbo locuaz y su ingenio. Un aventurero moral sorteando el siglo de las ideologías mientras se ríe de unos y otros.

Nekrassov no es Nekrassov, sino el gran criminal De Valera, un artista del fraude dispuesto a vivir aquí y ahora con su verbo locuaz y su ingenio

Dan Jemmett, un brillante director británico con una vieja relación con los escenarios españoles en general y con La Abadía en particular, se pone al mando de este vodevil político con el talento por bandera. El ritmo es impecable, la ambientación, soberbia. El trabajo actoral, sencillamente redondo. Qué gustazo ver a un actor que nunca defrauda como es José Luis Alcobendas abrazar una nueva madurez en la piel del apocado y mediocre redactor Sibilot o del venado desertor Demidoff. Lo mismo pouede decirse del estupendo Ernesto Arias, aquí con gesto canalla y vividor como el inolvidable George de Valera.

A su alrededor, un puñado de actores y actrices tan acertados como ellos: muy bien Carmen Bécares y Palmira Ferrer, así como Miguel Cubero. Insisto, el reaparto es un mecanismo de primera, sin fisuras, guiado por la batuta milimetrada y la orfebrería de teatro cómico que bebe del bufo y el gestual de Jemmet.

Pero, si hubiera que destacar a alguien, al margen de Arias y Alcobendas, el Jules Palotin de David Luque es otra creación desternillante. Imaginen a un director de periódico sin escrúpulos, capaz de vender a su madre por una portada amarillista y por conservar la poltrona. Seguro que les viene más de uno de por aquí a la cabeza. Acertarán, sin duda.


Autor: Jean-Paul Sartre. Director: Dan Jemmett. Traducción: Miguel Ángel Asturias. Adaptación: Brenda Escobedo. Intérpretes: José Luis Alcobdendas, Ernesto Arias, Carmen Bécares, Miguel Cubero, Palmira Ferrer, Clemente García, David Luque. Espacio escénico: Dan Jemmett y Vanessa Actif. Iluminación: Valentín Álvarez. Diseño de vestuario: Vanessa Actif. Teatro de La Abadía. Madrid.

Estrellas Volodia

Una respuesta a «Un gran carnaval»

  1. Buenos días. ¿Qué pasaría si esta obra en vez de estar firmada por un tal JP Sartre estuviera firmada por un tal Samuel Smith o Juan Ramirez?
    La profundidad dramática de esta obra es casi cero.

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