La soledad de los números primos

EL CURIOSO INCIDENTE DEL PERRO A MEDIANOCHE

No abundan en los escenarios los textos que aborden la realidad de personas aquejadas por trastornos del espectro autista (TEA), lo que suele conocerse como autismo. Si la locura y la esquizofrenia han sido ampliamente visitadas a lo largo de la historia, en el caso del autismo el cine ha hecho más que el teatro, aunque no han faltado aproximaciones en este terreno. Este curioso incidente del perro a medianoche es una historia hermosa a partir de un texto del novelista inglés Mark Haddon que su compatriota y dramaturgo Simon Stephens (autor de Punk Rock, Motortown, Blue Bird…) ha adaptado a escena. Construida con solidez y energía por un equipo veterano, su protagonista casi absoluto, en un trabajo notable de inmersión, es un joven actor, Álex Villazán.

Toda la historia gira en torno a Chirstopher Boone, un chaval entrañable, un chico autista de 15 años con una mente prodigiosa para las matemáticas que deberá enfrentarse a la vida, a sus barreras, a una familia desestructurada y a los secretos que los adultos han levantado como muros para protegerle. Lo hará con decisión y valentía en un viaje iniciático construido por Haddon y Stephens alrededor de un falso thriller, un whodunnit doméstico -salvando las distancias, me recordaba el original planteamiento de la película Brick– en el que el ambiente y los personajes son lo importante, mucho más por supuesto que saber quién mató al pobre perro de la vecina a medianoche.

“Un viaje iniciático construido por Haddon y Stephens alrededor de un falso thriller en el que el ambiente y los personajes son lo importante, más que saber quién mató al pobre perro”

La apuesta de José Luis Arellano García, el director habitual de La Joven Compañía, es triple: el primer elemento es la historia, con su peso propio, que llama a las puertas de la indiferencia social para hacernos ver el brillo de personas como Christopher, a los que se condena a veces a una soledad que es fruto de la incomprensión. Christopher puede multiplicar en segundos cifras de varios dígitos, pero coger un tren a Londres, salir de su burbuja, es una odisea para él.

El segundo elemento es el talento de su joven actor, que se entrega en un esfuerzo digno del Actor’s Studio -si es usted enemigo del “método”, no vaya a ver esta función- en un repertorio de tics y gestos bien estudiado y trabajadísimo, aunque en ciertos momentos algo sobrexplotado. Hay que seguir a Villazán: pese a los matices comentados, no es fácil enfrentarse a un morlaco como este papel, exigente y peligroso por el abismo que se abre a sus lados -quedarse corto o pasarse- y Villazán se echa la función a cuestas.

El tercer eje de la apuesta de Arellano es su concepción audiovisual, con una escenografía virtual que convierte la gran pared del fondo en un panel y pizarra lumínica. El trabajo escenográfico de Gerardo Vera y el de vídeo de Álvaro Luna son impecables en lo técnico y sirven a su propósito -quédense al final, tras los aplausos; merece la pena asistir, como “bis teatral”, a la explicación de un problema matemático sobre la pantalla por parte del protagonista-, aunque personalmente me resulta una concepción algo fría, desangelada. Una historia tan humana parecía pedir un viaje más cálido.

“Marcial Álvarez y una solidísima Mabel del Pozo -que viaja de un sentimiento a otro en un personaje con aristas- interpretan papeles claves en la vida de Christopher”

Alrededor de Villazán, el reparto se desenvuelve con presteza y eficacia, en un tono que busca destellos de humor dentro de lo que podríamos llamar un drama social y familiar, aunque estamos en una función blanca, con final feliz. Un teatro idóneo para todo tipo de públicos, incluso el familiar.

Marcial Álvarez y una solidísima Mabel del Pozo -que viaja de un sentimiento a otro en un personaje con aristas- interpretan papeles claves en la vida de Christopher, y Lara Grube encarna con calidez a una educadora que ejerce de figura maternal -o fraternal casi-, y con ellos cohabitan en esta historia un puñado de intérpretes en apariciones de reparto -vecinos, policías, profesores…- entre los que despunta por su comicidad la vecina hospitalaria de Carmen Mayordomo.


Autor: Simon Stephens, a partir de la novela de Mark Haddon. Traducción: José Luis Collado. Dirección: José Luis Arellano García. Intérpretes: Álex Villazán, Marcial Álvarez, Lara Grube, Mabel del Pozo, Carmen Mayordomo, Anabel Maurín, Boré Buika, Eugenio Villota, Alberto Frías, Eva Egido. Escenografía: Gerardo Vera. Iluminación: Juanjo llorens. Vestuario: Silvia de Marta. Música: Luisa Delgado y Alberto Granados. Vídeoescena: Álvaro Luna. Teatro Marquina. Madrid.

Foto: Álex Villazán, como Christopher, en el montaje / Foto: David Ruano

Estrellas Volodia

4 respuestas a «La soledad de los números primos»

  1. Excelente actuación, puesta en escena y uso de recursos tecnológicos. Lamentablemente, la obra como tal no me gustó. Sentí agobio, estrés y cansancio durante el desenvolvimiento de los hechos. Me pareció interminable, aburrida. Y me dio un pequeño infarto cuando agregan una explicación del teorema de Pitágoras cuando por fin pensé que se había acabado. Recomendable para personas con alta tolerancia al estrés, al maltrato y a los gritos.

  2. Excelente interpretación de los actores. La obra larguísima y llega a ser tediosa y desquiciante, aguanta dignamente hasta el descanso,cuando después, el casi único interprete es un niño con autismo,que lo borda, agota y agobia.
    Imposible quedarse a ver el último minuto una vez parecía que acababa.
    Que razón tenía Gracián,lo breve,si bueno…y lo malo…

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