Carballal se sale del guion

LOS PÁLIDOS

Una de las características que engrandecen al arte es su capacidad de reflejar y ser crítico con la sociedad de su momento. No hablo, por supuesto, del arte con carné de partido en la solapa, el dardo fácil, sino de ese otro que se esfuerza por entender y distanciarse con inteligencia para no descender al barro y, a la vez, lograr que el barro esté ahí, presente, en el dibujo final del territorio abordado. Hablo de obras de teatro como Los pálidos, una nueva confirmación de la mirada insobornable de Lucía Carballal.

Los Pálidos es un montaje lúcido que habla de la sociedad del siglo XXI, de los medios de comunicación, la televisión que consumimos, la creación, la escritura, la lucha generacional, el feminismo, los ideales, el poder y la realidad, entre otros temas. Y lo hace con el “mérito” de que su valentía probablemente incomodará a tirios y troyanos. Al menos a los tirios y los troyanos acostumbrados a vivir en la trinchera.

La idea de la trinchera no es casual: vivimos inmersos en un cambio de paradigma cultural acaso comparable tan solo al mayo del 68. Una guerra cultural, la califican muchos, en la que movimientos cívicos, ciudadanos o ideológicos tratan de derribar estructuras apalancadas en la costumbre y los intereses dominantes durante siglos. En muchos casos, con razones sobradas y justicia. En otros, cometiendo excesos y adentrándose en el absurdo. 

Un montaje que habla de la sociedad del siglo XXI, de los medios de comunicación, la televisión que consumimos, la creación, la escritura, la lucha generacional, el feminismo, los ideales, el poder y la realidad

Los pálidos transcurre en una writer’s room. Esto es: una sala de guionistas de una cadena o plataforma televisiva. El sitio donde nacen las series que hoy consumimos como rosquillas. Jacobo, veterano creador y codirector de un pequeño equipo junto a su compañera de muchas batallas, Gloria, se enfrenta a un momento de crisis: el final de la temporada de la serie de gran éxito sobre un equipo femenino de voleibol que habían creado ha cabreado a los espectadores. No se ajusta a los nuevos tiempos. No es lo suficientemente feminista ni empoderado. Es un retroceso. Para solucionarlo, entrará en el equipo María, una joven guionista que procede de la escena teatral alternativa. Con ella, una mirada diferente, sísmica y feroz que cuestionará no ya el final elegido, sino el propio mecanismo de un negocio cuyo pecado es anterior a la metedura de pata del guionista pero que tiene una dinámica propia y a veces escapa a los juicios simplistas, como aprenderá la propia recién llegada en un cara a cara memorable con Gloria.

He aquí una de las grandes virtudes de Los pálidos: la capacidad de Carballal para convertirse en una observadora distante de los conflictos, saliéndose de cualquier guion preestablecido. Por supuesto, su mirada se posa por momentos, parece posicionarse, pero en ningún caso es teatro combativo sino reflexivo. Los abusos del poder establecido, la cultural heteropatriarcal, las inercias tóxicas sociales y empresariales, la escasa representación de las minorías, en concreto de las personas LGTBI, las diferencias de clases… Todo eso está presente, sobre todo en los personajes de María y de Miranda, la hija adolescente de Jacobo cuya forma de matar al padre es un continuo choque y cuestionamiento de las premisas generacionales anteriores.

El texto de Carballal enfrenta a cada personaje a sus creencias y errores con una sucesión de diálogos rebosantes de ideas y contradicciones, de tesis y antítesis

Pero la autora aborda también el extremismo, la injusticia de la ley del péndulo, la apisonadora de la cancelación, el oportunismo de las empresas que se suben a los nuevos carros aunque haya que dejar la cuneta sembrada de cadáveres, la imposibilidad de habitar en todo momento en el conflicto, en especial allí donde se crea un producto de entretenimiento que ha de facturar… Por último, la renuncia a los ideales y cómo el sistema fagocita a los puros. El texto de Carballal enfrenta a cada personaje a sus creencias y errores con una sucesión de diálogos rebosantes de ideas y contradicciones, de tesis y antítesis que constituyen una imagen deslumbrante de algunos de los volcanes activos en la sociedad occidental hoy en día.

Los Pálidos es teatro de ideas. Un texto de diálogos que, por momentos, pueden resultar pesados a quien no disfrute de este tipo de propuestas. Es, de hecho, una obra ideal para ser leída (no todas lo son). Hay carga intelectual, quedan avisados. Nada de esto sorprenderá a quien haya seguido la trayectoria de la autora madrileña, sobre todo con piezas como La resistencia, quizá la más similar en tono y profundidad a esta. La dramaturga se aleja de su versión más ligera, la que se permitía personajes tragicómicos y algo de humor, como en Una vida americana o Las bárbaras. Aun así, las mencionadas y esta nueva pieza parecen unirse en una especie de trayectoria marcada que lleva a la autora a una madurez creativa y una preocupación por ahondar sin miedo en algunas de las pulsiones de una sociedad en plena transformación (la mujer, la integridad), sin olvida otros de fondo (la familia, el amor, las raíces).

Los pálidos tiene un quinteto de actores de gran fuerza y talento, encabezado por Israel Elejalde, cuyo guionista veterano es un lujo. Recuerda en gran medida al personaje de Finlandia

Los pálidos tiene un quinteto de actores de gran fuerza y talento, encabezado por Israel Elejalde, cuyo guionista veterano es un lujo. Recuerda en gran medida al personaje de Finlandia, otro tipo anclado en mejores momentos. Pero Carballal no abandona a su personaje, dotándole de más armas y razones, y Elejalde crea con él un retrato soberbio. Enfrente, Natalia Huarte convence y desequilibra con la escritora a la que da vida, que encarna con su discurso a toda una generación. El otro vértice del triángulo es Manuela Paso, enorme, rotunda como la mujer de vuelta de todo que defiende lo que hace, aunque ello acabe arrastrándola a los márgenes de la dignidad profesional, un personajazo defendido con poderío por la actriz. Miki Esparbé está muy bien como el tercer guionista del equipo y hermano del protagonista, al que aporta las dosis necesarias de resignación y franqueza (es el “fracasado” del grupo, también el que no teme hablarle claro al macho alfa). Alba Planas es un grato descubrimiento: demuestra energía y recursos como la veinteañera cuyos valores chocan con los de su padre.

Carballal, que debuta en este montaje del CDN como directora además de autora, propone un escenario limpio en la sala pequeña del Valle-Inclán, con unas gradas presididas por la fotografía de Oksana, la protagonista de la serie de ficción. La escenografía de Alessio Meloni permite la presencia de personajes en segundo plano, sin que este recurso este forzado: en algunos momentos la directora elige tener personajes espectadores, en otros no, generando una dramaturgia madura y no esclavizada por modas en la que los diálogos se suceden con naturalidad y la idea prevalece amparada por la acción. De la misma manera, Carballal se sirve de micrófonos (sin abusar de ellos), de fuera de escena (puntualmente) y de meta-ficción (algo que está en el propio texto), cuando sus personajes hablan de la “escena” que les toca desarrollar. Se refieren, claro, a la vida real, pero no dejan de ser conscientes, como guionistas que son, que acaso todos seamos algo pirandellianos y nuestras líneas estén escritas por la necesidad, el contexto o la fatalidad.

El otro vértice del triángulo es Manuela Paso, enorme, rotunda como la mujer de vuelta de todo que defiende lo que hace, aunque ello acabe arrastrándola a los márgenes de la dignidad profesional

En ese sentido, la pieza arranca abordando algunas grandes cuestiones de nuestro tiempo, pero deriva en un hermoso final hacia otras, también importantes tocantes a la relación entre hombres y mujeres, la identidad sexual y el amor.

No sé si el gran teatro, el que se atreve con temas ambiciosos y esquiva lo obvio, está hecho para espectadores acostumbrados al entretenimiento vacuo disfrazado de alta cultura. Muchos abrazarán sin dudas el último producto mediocre que se camufle bajo la pintura de guerra de las consignas socio-políticas del momento. A ese público le diría que, efectivamente, se ahorre Los pálidos. Salvo que esté dispuesto a dejarse sorprender por un teatro cuyo único compromiso es intentar entender el mundo.


Texto y dirección: Lucía Carballal. Intérpretes: Israel Elejalde, Natalia Huarte, Miki Esparbé, Manuela Paso, Alba Planas. Escenografía: Alessio Meloni (AAPEE). Iluminación: Paloma Parra. Vestuario: Sandra Espinosa. Sonido: Sandra Vicente. Videoescena y fotografía: Bárbara Sánchez Palomero. Teatro Valle-Inclán (Sala Francisco Nieva). Madrid.

Estrellas Volodia

2 respuestas a «Carballal se sale del guion»

  1. SE OS HA COLADO ESTE FRAGMENTO DE VUESTRA CRÍTICA DE “EL PROCESO”:

    Hay estupendos papeles además de Juan Carlos Talavera -qué enorme actor de reparto, habitual en los trabajos de Caballero- y Olivia Baglivi, un soplo de aire fresco que crea un par de personajes sensuales y misteriosos

    UN SALUDO.

    1. ¡Corregido! Nuestros lectores-editores nos ayudan a mejorar estos lapsus y erratas. ¡Muchas gracias, de todo corazón, y Feliz Día Internacional del Teatro!

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