Los dioses deben de estar locos

THE BOOK OF MORMON

Conozco a más de un ateo que abrazaría la fe con convicción -o al menos con devoción- si le vendieras un libro sagrado en el que el Halcón Milenario bajara de los cielos pilotado por el profeta y cuya liturgia incluyera a Frodo y Sam portando en anillo camino de Mordor. Imaginación, al cabo, la pasta de la narrativa bíblica, según muchos expertos, más allá del meollo teológico. Todo lo que a más de una religión le falta en ese terreno en estos tiempos de ateísmo creciente, le sobra a The Book of Mormon, el musical más bruto, irreverente y lenguaraz que se ha estrenado en España en mucho tiempo. Y, probablemente, también el más divertido. Los dioses no juegan a los dados con el universo. Ni deben de estar locos, como rezaba aquella comedia sudafricana de los años 80. Salvo en The Book of Mormon, donde los designios del Señor se revelan como insondables.

Aviso para navegantes: la web del musical advierte que es para mayores de 16 años y no le falta razón. Yo añadiría que tampoco es muy recomendable para sensibilidades religiosas con propensión al “ofendidismo”. Los demás, no lo duden: este éxito de Broadway justifica sus 9 premios Tony y arranca una carcaja tras otra. Lo del Halcón Milenario y los hobbits se explica al verlo, spoilers non fingo. Digamos tan solo que esta genial ocurrencia de Trey Parker y Matt Stone -los creadores de South Park– con partitura de Robert López  es una sátira mordaz contra esa derivada del cristianismo con profeta propio estadounidense surgida a mitad del siglo XIX y asentada en Utah.

Por extensión, los despropósitos que les suceden a los protagonistas se convierten en una hilarante reflexión sobre el origen de las sectas, primero, y las religiones después. Porque en el fondo, como se ha señalado a menudo, la única diferencia entre una y otra es tener quinientos seguidores o quinientos millones.

Por extensión, los despropósitos que les suceden a los protagonistas se convierten en una hilarante reflexión sobre el origen de las sectas, primero, y las religiones después

The Book of Mormon se estrenó hace 12 años en Broadway, arrasó en los principales premios y desde entonces sigue allí y en Londres. Ahora ha llegado a Madrid con producción de SOM, compañía que no deja de crecer -esta temporada tienen en Madrid Matilda, Chicago y Mamma Mia!, cómo le hubiera gustado verlo al brillante y malogrado José María Cámara, el fundador de la productora- y con una inteligente puesta en escena que aprovecha los espacios del Teatro Calderón, que no es el más grande de la capital pero deja juego si se sabe emplear. David Serrano, director más que curtido y con talento, firma esta versión española y el resultado es una noche de fiesta.

Aquí en España lo más parecido que tenemos a los mormones, una estampa más propia del paisaje americano, son los testigos de Jehová. Ambos llaman a nuestros timbres, puerta a puerta, en parejas, para vender su producto. O sea, para conseguir fieles. El musical de Parker y Stone sigue las aventuras de dos de estos misioneros, Elder Price y Elder Cunningham, desde su campus de formación en Salt Lake City hasta su inesperado destino en Uganda. Prepárense para toneladas de humor incorrecto a costa de África, el sexo, la pobreza, el subdesarrollo y la religión. Insisto: son los tipos que crearon South Park.

The Book of Mormon | Teatro Calderón

Entre los valores de esta comedia, destaca su facilidad e inteligencia para la iconoclastia. Y no hablo de imágenes religiosas, necesariamente, aunque también. Uno de los tótems con los que se echan unas risas es Disney y su universo happy flower. Y, estando en África, claro, las referencias a El Rey León son constantes. Si allí todos aprendimos a canturrear “Hakuna matata” para aprender a ser felices, aquí descubrimos que a veces es inevitable rendirse al “Hasa diga Eebowani” cuando no logras serlo. En ese sentido, aunque banal y gamberro, The Book of Mormon es más maduro que la competencia, sin tomarse la vida demasiado en serio, y aborda desde la sátira temas como la homosexualidad, el sida, las ablaciones o la violencia enquistada en el continente negro.

The Book of Mormon es más maduro que la competencia, sin tomarse la vida demasiado en serio, y aborda desde la sátira la homosexualidad, el sida, las ablaciones o la violencia enquistada en África

Como musical de temática multiracial, su reparto nos permite descubrir el brillo de una actriz como Aisha Fay, que da vida a Nabulungi, la soñadora del pueblo donde van a parar los misioneros, entre otras voces y rostros muy bien elegidos. Aunque si hay que destacar a alguien, toca por fuerza hablar de la pareja de Elders protagonistas, Jan Buxaderas y Alejandro Mesa. El primero, radiante y repleto de talento como actor y cantante, es un Elder Price redondo, con su entusiasmo contagioso y sus momentos de divertida desesperación después. El segundo es un ciclón cómico. En parte porque Elder Cunningham es una de esas creaciones bigger than life, que dicen los americanos, un personaje que devora la trama y acaba convertido en clásico. Buena parte de las risas de la función se le deben, y no desaprovecha esa oportunidad Alejandro Mesa, un actor con una enorme capacidad para la sátira sin forzar la vuelta de rosca. Volviendo al arranque de estas líneas, con un Elder Cunningham en cada parroquia, las cosas para la Iglesia pintarían de otro color. 


Autores: Trey Parker y Matt Stone. Música: Robert López. Adaptación y dirección: David Serrano. Diseño de iluminación: Carlos Torrijos. Coreografías: Iker Karrera. Director musical: Joan Miquel Pérez. Diseño de vestuario: Ana Llena (Aapee). Diseño de caracterización: Esther Redondo. Diseño de escenografía: Ricardo Sánchez-Cuerda. Diseño de sonido: Gastón Briski. Reparto: Jan Buxaderas, Alejandro Mesa, Aisha Fay, Nil Carbonell, Jimmy Roca, Óscar Bustos, Andoni García, Tony Iniesta, Juno Kotto King, Leo Parlay, Pablo Raya, Rone Reinoso, Jessie Santos, Álvaro Siankope, Nyeleti Tomas, Kevin Tuku, Vanelyss Ventura, Nacho Porcar, Jorge Enrique Caballero, Alex Chavarri, David Albiol, Jhorman Jiménez, Habana Castro, Zuhaitz Buenaventura, Beatriz Santana, Javier Aguilera. Producción: Som Produce. Teatro Calderón. Madrid.

Estrellas Volodia

2 respuestas a «Los dioses deben de estar locos»

  1. Muy buenos los bailarines pero la temática de las violaciones a las recién nacida y las abla iones haciendo sátira de ello me parece repugnante, fuera de toda lógica, aún sabiendo que es real
    Yo lo prohibiría totalmente y clausuraria el teatro. Y, que conste que no soy una carca , no práctico ninguna religión. Pero hay un límite en el regodeo, sobre todo cuando se tocan temas tan delicados y tremendos. Parece que, en lugar de intentar erradicarlos los están alabando repetitivamente para que el público los ria. Por cierto el libreto o la traducción son malísimos. El teatro Alcázar es un peligro . Está viejo. No se ven las salidas de emergencia. Si hay un incendio se freirian cientos de personas
    ,

  2. Me he aburrido tanto que me he ido a la mitad. Iconoclasta facilón , sin ninguna sutilez. Si os gusta el humor inteligente , no vayais a ver este bodrio.

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