Nos gustan todos, nos gustan todos

LOS BUFOS MADRILEÑOS

En el programa de mano de Los bufos madrileños, Rafa Castejón confiesa que no había oído hablar de Francisco Arderius hasta que Lluís Homar, director de la CNTC, y Xavier Albertí, le propusieron hacer este espectáculo. Tampoco yo conocía esta fascinante figura del teatro decimonónico español. Arderius fue un empresario avant la lettre, eso que hoy llamaríamos un emprendedor, que revolucionó los ambientes teatrales del Madrid de 1866 con un teatro cómico-musical a la manera de la ópera bufa de Offenbach que triunfaba en París.

Lo llamativo es que siglo y medio después, aquel teatro siga siendo rabiosamente divertido. Esto es, en gran medida, mérito de un montaje ágil, sabio y liberado de todo prejuicio que nos descubre a Rafa Castejón como director de talento y confirma que el repertorio clásico español, más allá del Siglo de Oro, está repleto de joyas que aún brillan.

Para empezar, Castejón propone dos partes bien diferenciadas. La primera es teatro-documental, la segunda, una zarzuela recuperada, Los órganos de Móstoles. Los primeros veinte minutos de función son así una narración que ilustra al público sobre la vida y obra de Arderius (Évora, 1835-Madrid, 1886) con ingenio y teatralidad. No está de más está puesta en situación, escrita con cabeza e interpretada desde el comienzo con gracia. Así, nos asomamos a la historia de un cómico, autor, editor, publicista, pianista y algunas ocupaciones más que importó del París imperial un teatro burlón, de versos accesibles y partituras juguetonas, que hacía reír a carcajadas al respetable.

Para Arderius escribieron zarzuelas y operetas destacadas plumas y compositores de su época. Triunfó desde el principio con la compañía que llevaba por nombre el de este espectáculo

Arderius se supo rodear de talento: para Arderius escribieron zarzuelas y operetas destacadas plumas y compositores de su época. Triunfó desde el principio con la compañía que llevaba por nombre el de este espectáculo, Los Bufos Madrileños, tuvo una década de éxito y luego su brillo se apagó rápidamente -las modas son cambiantes- y murió joven.

Luis Mariano de Larra -hijo del Larra célebre y autor de El barberillo de Lavapiés-, escribió Los órganos de Móstoles, con música de José Rogel, la zarzuela que ahora recupera la CNTC en la segunda parte de este espectáculo. Nada que ver con la ciudad del cinturón sur madrileño: era una expresión habitual en la época de Arderius que se utilizaba para hacer referencia a alguna situación caótica o enredada. Es un título olvidado, como la mayoría de la compañía de Arderius, excepto acaso Los sobrinos del capitán Grant. De un humor incorrectísimo y un ingenio enorme, invita a preguntarse qué otros tesoros de aquella etapa encontrarían hoy su sitio en nuestros escenarios.

Los bufos madrileños | CNTC | Dirección: Rafa Castejón

Larra y Rogel retoman un viejo tema: el padre que quiere casar a sus hijas como sea. Dos siglos antes lo había abordado Feliciana Enríquez de Guzmán en Las gracias mohosas con desparpajo paralelo. Donde aquellas hijas casaderas y sus pretendientes entraban en lo grotesco y el sistema para emparejarlas lo resolvía un torneo, Larra y Rogel se ríen de las costumbres y arquetipos de la sociedad del siglo XIX con una subasta.

Abdón, viudo harto de su progenie, decide colocar a sus hijas Úrsula, Sebastiana y Pilar con los primeros pretendientes que estén dispuestos a llevárselas. Y, como con las mohosas de Guzmán, tampoco las muchachas son un dechado de virtudes. Los pretendientes eligirán mal y la confusión dará lugar a equívocos y diálogos hilarantes. Entre medias se colará un descendiente del Don Juan Tenorio que es todo lo contrario a su ilustre antepasado, cobardón e indeciso con las mujeres. A la par que entretenía a aquel Madrid -y por lo que se ve estos días, también a éste-, Arderius hilaba fino con guiños y bromas a costa de Calderón o de sus predecesores Moratín (es inevitable ver la parodia a El sí de las niñas), y Hartzenbusch.

Arderius hilaba fino con guiños y bromas a costa de Calderón o de sus predecesores Moratín (es inevitable ver la parodia a El sí de las niñas), y Hartzenbusch.

El montaje pone en bandeja la oportunidad de demostrar su talento a una compañía que lo tiene de sobra. Parafraseando la habanera de las suripantas de El joven Telémaco, que este montaje rescata, podríamos cantar (en coro): “Nos gustan todos, nos gustan todos…”. Qué divertidos el viejo viudo de Chema del Barco -tiene algunos de los mejores textos también- y el Don Juan del propio Castejón. El sexteto de hijas y pretendientes está redondo: ellas, impecables, Natalia Hernández, Eva Diago y Clara Altarriba, un trío que crece en los matices cómicos de cada hija. Ellos, otro tanto: Antonio Comas, pianista, cantante y actor -le habrán visto en montajes con Boadella, entre otros-, Paco Déniz y David Soto Giganto crean tres personalidades que son una deliciosa galería de arribistas y buscavidas: un joven vividor quemado sin haber llegado a los veinte, un bruto de puño fácil y un viejo verde. Beatriz Miralles acompaña a todos sentada al piano en esta adaptación de una zarzuela sin orquesta ni romanzas. Ni falta que le hace.


Dramaturgia y dirección: Rafa Castejón, a partir de la figura de Francisco Arderius y de la zarzuela “Los órganos de Móstoles”, con libreto de Luis Mariano de Larra y música de José Rogel. Coreografía y dirección adjunta: Nuria Castejón. Dirección musical: Antonio Comas. Reparto: Clara Altarriba, Chema del Barco, Rafa Castejón, Antonio Comas, Paco Déniz, Eva Diago, Natalia Hernández, Beatriz Miralles, David Soto Giganto. Escenografía: Alessio Meloni (AAPEE). Iluminación: Juan Gómez-Cornejo (AAI). Vestuario: Gabriela Salaverri. Sonido: Benigno Moreno. Teatro de la Comedia. Madrid.

Fotos: Sergio Parra

 

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