
Lo peor de unas elecciones es que la cosa esté en a quién no votar. Me viene ocurriendo desde hace años en España. Domingos electorales con pinzas nasales. El partido que no mancha, tizna, y los que llegaron para salvar al país dan risa o miedo (o ambas). Hay quien viene de serie con un carné de afiliado en la guantera. Otros, que no somos partisanos ni camisas pardas, nos sentimos ante la urna como un belga por soleares. “Qué vienen los nuestros”, bromeaba Forges, y ponte a averiguar quiénes son cuando no estás casado con ningunas siglas y solo te guían algunas convicciones (pocas). La vida al raso es complicada, se vive mejor al calor de algún chiringo. A cambio, el ciudadano libre duerme a pierna suelta.
Continuar leyendo “Trump, ¿otra vez?”