Intriga en el Vaticano

YO, SATÁN

No nos engañemos. Hay obras que nacen con una clara vocación de polémica. Yo, Satán, por mucho que aseguren lo contrario sus responsables, es una de ellas. Esta afirmación no es un ataque, simplemente un hecho. Agitar, molestar, incordiar. He ahí una importante función del teatro. No hay por qué ocultarlo. ¿O sí? Yo, Satán no se anda por las ramas: el protagonista, Fray Gaspar Olivares -divertido y muy ajustado Alfonso Lara, aquel profesor cascarrabias de Un paso adelante, un monje especializado en exorcismos, es convocado al Vaticano para examinar al Papa pues se sospecha que pudiera estar poseído.

Lo que Fray Gaspar se encuentra es una curia de miserables intereses, personajes ambiciosos y sin escrúpulos capaces de espiar, tergiversar y mentir. Desde un sátiro ayudante papal hasta varios prelados que planean el asesinato del Santo Padre para frenar la lectura de una carta pastoral poco conveniente.

El propio pontífice es una caricatura. ¿Poseído? No lo parece, aunque sí cómico y atípico. Impresionante Pako Sagarzazu, lo mejor sin duda de un buen reparto. Genial también el sibilino Hacker de Adolfo Fernández, el más temido e inquisitorial de los cardenales. Chiaramonti y Luigi Bruno son dos miserables interpretados con gracia por Juan Fernández y Ramón Ibarra. Idelfonso Tamayo aporta a su Malamo, arzobispo de Lusaka, una fuerza casi animal, y Vanini, el más libertino, tiene en Ales Furundarena a un buen defensor. Esta producción dará que hablar. Otras, y no hace tanto, como Me cago en Dios, levantaron polvaredas y titulares.

Los manierismos de la curia afectada e insensible que denuncia son lo mejor. Cuando más explícita trata de ser la trama es cuando menos convence

La tradición antieclesiástica en teatro viene de lejos. Yo, Satán no ataca a los creyentes, sí a la Iglesia, o al menos a la curia. Como estudio teológico es bastante burdo. Pero esto es teatro, no filosofía. Antonio Álamo (autor de Los enfermos o Ataques de santidad) aporta una prosa medida, inteligente, rítmica y llena de tensión. Álvaro Lavín la acerca al público con un montaje tan liviano como original. Esta Yo, Satán encuentra en la ironía su mejor arma de provocación. Los manierismos de la curia afectada e insensible que denuncia son lo mejor. Cuando más explícita trata de ser la trama es cuando menos convence. La tragedia que cierra la obra rompe el ritmo de intriga cómica y la conclusión es manifiestamente mejorable. No sólo es excesiva, sino confusa. ¿Al final, quién demonios es Satán?


Autor: Antonio Álamo. Director: Álvaro Lavín. Reparto: Alfonso Lara, Adolfo Fernández, Ales Furundarena, , Paco Sagarzazu, Idelfonso Tamayo, Ramón Ibarra, Juan Fernández. Escenografía: Elisa Sanz. Vestuario: Pepe Uría. Espacio sonoro y música original: Oscar y Raúl Sánchez Zafra. Iluminación: Luis Perdiguero. Teatro Bellas Artes. Madrid.

Crítica publicada originalmente en La Razón (26-11-2005).

Estrellas Volodia

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *