ADIÓS ARTURO
Suele ser al revés. Ya saben: el muerto al hoyo y el vivo al bollo. Pero aquí llegan Jordi Milán y su tropa y le dan la vuelta al tema mortuorio adornándolo con plumas, lentejuelas y excesos multicromáticos. A fuerza de ser una compañía mainstream , La Cubana ha llegado a ser contracorriente, un grupo de perros verdes, amarillos y fucsias que hacen algo tan transgresor como es la revista de varietés en la España de 2019.
En el entierro de Arturo Cirera Mompou -no se molesten en “googlearlo”, es pura ficción- hay toneladas de buen humor, de alegría, de joi de vivre. La Cubana se empeña en decirnos que esto son dos días, que corramos a disfrutarlos en otro espectáculo más (y van ya…) pródigo en buenas vibraciones. A lo mejor van a tener razón.
En el entierro de Arturo Cirera Mompou hay toneladas de buen humor, de alegría, de joi de vivre. La Cubana se empeña en decirnos que esto son dos días. A lo mejor van a tener razón
En Adiós Arturo, su nueva propuesta, entierran a un tipo grande, un artista plástico, teatral y musical, un hombre generoso que sorbió la espuma de sus días hasta el final. Y de paso, entierran también a la avaricia, a la grisura y a la mediocridad. Este cabaret desnuda a quienes viven pendientes de las herencias, a los hipócritas, a esa burguesía que no sabe querer si no es cuando el familiar rico está a punto de abandonar el mundo.
El excelente elenco, cómicos de raza con muchas tablas, está en todo momento al cien por cien. Y eso incluye los tiempos muertos, con la compañía entregada a la tarea de hacer de la experiencia un recuerdo para el espectador, desde que se abren las puertas y se sientan los más madrugadores hasta que cae el telón.
La Cubana, teatralmente hablando, vuelve a un terreno ya muy trabajado: una obra que son dos en realidad. Durante la primera hora de montaje asistimos a un espectáculo puro de varietés
La Cubana, teatralmente hablando, vuelve a un terreno ya muy trabajado: una obra que son dos en realidad. Si en Cómeme el coco, negro, había una primera parte de teatro puro que acababa explotando en un cabaret en su tramo final, en Adiós Arturo ocurre casi lo contrario: durante la primera hora larga de montaje asistimos a un espectáculo puro de varietés, lleno de pluma y brilli brilli, que dicen ahora los modernos.
Con la excusa de que les han encargado organizar el funeral del susodicho -¿quién dijo que no saben de dramaturgia o de romper la cuarta pared?-, los cubanos se marcan un dos en uno: teatro dentro del teatro y un viaje por el globo con momentos brillantes y otros no tanto.
En esa vuelta al mundo en 80 minutos, sin Phineas Fog, pero con Manolos y trasuntos de Celia Cruz, La Cubana acomete sin solución de continuidad el chotis, la salsa, las rancheras y la gaita escocesa
En esa vuelta al mundo en 80 minutos, sin Phineas Fog, pero con Manolos y trasuntos de Celia Cruz, La Cubana acomete sin solución de continuidad el chotis, con una agrupación de madrileños gatísimos -inmigrante china incluida, porque en Madrid cabemos todos-, la salsa, las rancheras y la gaita escocesa, con lecturas inclusivas y kilts sorprendentes. En este Paral·lel con homenajeado de cuerpo presente no faltan las reinas queer, las músicas magrebíes y las divas de la ópera. Un totum revolutum sin pies ni cabeza pero que les sirve para lo que les gusta: celebrar la vida sin pretensiones.
Luego, al contrario que Cómeme el coco, negro, La Cubana baja el ritmo y entrega un tramo final teatral en el que, flashback mediante, nos presentan a los familiares del moribundo en un acto de rapiña con algunos momentos cómicos pero que se hace cuesta arriba. Mejor resultaba venirse arriba pasando del teatro al cabaret que a la inversa.
Con todo, y pese a sus fallos, este Adiós Arturo es un canto a la vida divertido, desinhibido y fiel al espíritu de la compañía. Insobornable, en definitiva. Pueden gustar más o menos, pero son únicos en su especie.
Guion e idea: Jordi Milán. Director: Jordi Milán. Escenografía: Castells Planas, La Cubana. Caracterización: La Bocas. Composición canción final y arreglos musicales: Joan Vives. Coreografía: Leo Quintana. Vestuario: Cristina López. Sonido: Jordi Agut (Txoli). Iluminación: Aleix Costales. Vídeo: Joan Rodón (dLux.pro). Elenco: Jaume Bacis, Xavi tena, Toni Torres, Nuria Benet, Àlex González, Babeth Ripoll, Montse Amat, Toni Sans, Edu Ferrés, Virginia Melgar. Teatro Calderón. Madrid.