Che idea!

CASTELVINES Y MONTESES

Que los clásicos se pueden actualizar y hacer de mil formas diferentes es a estas alturas algo incuestionable. Que todavía quedan maneras frescas de hacerlo y que no todo está inventado, quizá también sea obvio, pero no está de más que de cuando en cuando un montaje enorme en todos los sentidos como es Castelvines y Monteses venga a recordárnoslo. Y a hacernos disfrutar con una tarde de teatro divertido a rabiar, ingenioso y lúdico. Un viaje musical que hace pensar que aunque Romeo y Julieta se lleva la fama, esta otra versión de los amantes de Verona menos conocida con la pluma de Lope de Vega tiene mucho que decirle al público de hoy.

La historia de Castelvines y Monteses es básicamente la misma que la de Romeo y Julieta. Shakespeare y Lope bebieron de las mismas fuentes, pero el español construyó una comedia ágil allí donde el inglés optó por la tragedia. El título es, claro, el nombre de las dos familias enfrentadas en Verona -léase Capuletos y Montescos- y aquí el flechazo lo viven Roselo y Julia.

La CNTC y Barco Pirata se llevan a Lope al terreno musical, casi una propuesta a lo Broadway mezclando aquí y allí partes del texto de Lope y canciones italianas de toda la vida. Todo un órdago ganador

Esta coproducción de la CNTC y la compañía Barco Pirata se lleva a Lope al terreno musical, convirtiendo la obra en una propuesta casi a lo Broadway, con orquestina en directo adaptando y mezclando aquí y allí partes del texto de Lope y canciones italianas de toda la vida, aunque también se dice el verso, y se dice bien. Todo un órdago ganador. Así, se van sucediendo escenas con temas que forman parte de la memoria de varias generaciones, desde el Ma quale idea de Pino D’Angiò a Voglio vederti danzare del recién desaparecido Franco Battiato, pasando por Domenico Modugno o la tradición napolitana de Roberto Murolo y Renato Carosone.

‘Che idea’, sin duda este festival de nostalgia mezclada con el mejor humor y el desparpajo de una compañía entregada. La irrupción del Conde Paris en escena al ritmo de Paolo Conte y su Via con me, convertida por la compañía en un juego de espejos con coro de claqué, queda para la memoria.

La mano sabia que mece esta cuna es la de Sergio Peris-Mencheta, actor devenido afortunadamente en director, como saben quienes disfrutaron de la soberbia Lehman Trilogy, de La tempestad: la tradición de esta especie es larga, o acaso sean dos caras de la misma moneda, teatro al fin y al cabo, si corre profundo en la sangre. Aquel jugador de rugby acumuló una interesante carrera en escena. Luego, y  ya desde hace un tiempo, tornó en sutil y hábil mezclador desde bambalinas y extractor de la piedra de la locura teatral. En este espectáculo, todo eso y también músico loco, que cantaba El Último, pues al original de Lope le añade un par de sonetos del mismo fénix, unas gotas de Shakespeare y hasta un algo de Quevedo. Y todo junto tiene la cualidad del mejor teatro: es sabio y entretenido, culto y popular. Está, en definitiva, vivísimo. No todos los clásicos pueden presumir de lo mismo (me refiero a montajes, claro).

Este espectáculo tiene la cualidad del mejor teatro: es sabio y entretenido, culto y popular. Está, en definitiva, vivísimo. No todos los clásicos pueden presumir de lo mismo

Tiene esta propuesta también todos los demás mimbres. Una escenografía de cuidado -fabuloso el doble muro móvil que imagina Curt Allen Wilmer-, una iluminación y sonidos de primera y una sólida propuesta musical, con parte de la compañía empuñando instrumentos también desde detrás de los telones. El buen hacer de Xenia Reguant (coreografías), Pepa Pedroche (asesoría de verso), Elda Noriega (vestuario) aporta también al resultado.

Y, sobre todo, una compañia joven, dinámica y de enorme calidad. Cantan, bailan, festejan y dicen bien el verso en un montaje que, corporal y gestualmente, es además un frenesí y un órdago. Es imposible no deshacerse en elogios hacia Paula Iwasaki. Curtida en clásicos y otras hierbas, hay mucha actriz -¡y cómica de las buenas!- en su Julia. A Andreas Muñoz lo he fichado por primera vez en este montaje, y tendré que seguirle más, porque su Roselo tiene frescura y caradura, galantería y talento. No sorprende leer en su curriculum que ha crecido en la Royal Shakespeare Company. Con ellos, los jóvenes “escuderos” de los enamorados no les van a la zaga, y cautivan Gonzalo Ramos y Xabi Murua: Anselmo, amigo fiel, y el criado-gracioso Marín, entregados a la energía y la fiesta. Como ocurre, por otro lado, con Almudena Salort y María Pascual, muy divertidas en los papeles de Dorotea, prima y amiga, y Celia, criada para todo, dopajes incluidos. Fiel a sí mismo y al canon de la época, Lope acaba emparejando a cada oveja con su pareja.

Imposible no deshacerse en elogios hacia Paula Iwasaki. Hay mucha actriz -¡y cómica de las buenas!- en su Julia. A Andreas Muñoz, Roselo, hay que seguirle más: su Roselo tiene frescura y caradura, galantería y talento

A  riesgo de extenderme y a la vez de olvidarme de alguien, sería injusto no mencionar el buen hacer general del reparto -nadie falla, y es raro en obras tan numerosas- y hay papeles redondos: desde Ignacio Rengel (Arnaldo) a Xoel Fernández (Antonio), por citar solo a dos. Pero quizá merezca mención especial la explosión cómica, muy celebrada por el público, de Natxo Núñez, todo exceso y diversión en su ya mencionado y amaneradísimo Conde Paris. Núñez da vida a éste y a Otavio, ambos pretendientes de Julia y ambos ridículos.

Qué fiable resulta siempre Lope de Vega, aunque no sea con el más famoso de sus textos. Y qué bueno que el empuje joven de este Barco Pirata lo haya llevado a buen puerto a pesar de la tormenta del Covid.


Autor: Lope de Vega, con extractos de Francisco de Quevedo, William Shakespeare y dos sonetos de Lope de Vega. Versión: Sergio Peris-Mencheta y José Carlos Menéndez. Dirección: Sergio Peris-Mencheta. Dirección musical: Joan Miquel Pérez. Intérpretes: Paula Iwasaki, Andreas Muñoz, Aitor Beltrán, Xoel Fernández, Óscar Martínez-Gil, Xabi Murua, Natxo Núñez, Almudena Salort, María Pascual, Gonzalo Ramos, Ignacio Rengel, Júlia Roch, Cintia Rosado, Nuria Pérez (cover), Sergio Sanguino (cover), María Pascual (cover). Escenografía: Curt Allen Willmer con estudio Dedos. Iluminación: Valentín Álvarez. Vestuario: Elda Noriega. Espacio Sonoro: Eduardo Ruiz y Enrique Rincón. Coreografía: Xenia Reguant. Dirección musical en escena: Cintia Rosado. Teatro de la Comedia. Madrid.

Estrellas Volodia

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