Venecia en acqua alta

OTHELLO

Voadora vuelve a Shakespeare, tras su Sueño de una noche de verano, de nuevo con perspectiva de género, como mandan los tiempos y la propia trayectoria de la compañía. Si hay una obra del bardo que se presta a este tipo de lecturas sin duda es la del moro veneciano, terrible en su explosión de celos sobre la inocente Desdémona, un asesinato machista y purulento infectado por las malas artes de Yago. La compañía gallega interpreta de nuevo en clave contemporánea un texto que es cristalino en su esencia, así que hace falta poco versionado y la intención de Shakespeare no se resiente en absoluto de la puesta al día. Diferente cuestión es el resultado estético y la apuesta artística elegida.Marta Pazos convierte Venecia en una estancia vacía y moderna -uno pensaba en un backstage de desfile de modas o algo así- dominada por una pared de telas colgantes entre las que pulula el avispero de las intrigas y los deseos. Juega la directora al cambalache actoral, con sus intérpretes diciendo textos los unos de los otros, quizá en una apuesta por la dilución de los géneros. Así, una soberbia Ana Esmith da vida al taimado Yago, pero también hace suyos parlamentos de otros personajes, mientras Mari Paz Sagayo, como Desdémona, se entrega al trabajo corporal y textual, pero en momentos se apropia de pasajes del personaje que titula la obra.

Mata es un actor de poderosa presencia y una mirada de bestia furiosa que impresiona. Sin embargo, le fallan la entonación y el tono, terrenos en los que su Othello se desinfla

Si algo se obtiene de este artificio, un juego interesante al comienzo, es que Chumo Mata tenga menos minutos de texto, restándole a su Othello peso verbal. Mata es un actor de poderosa presencia y una mirada de bestia furiosa que impresiona: su entrada en escena, como una pantera enjaulada, es un acierto. Sin embargo, le fallan la entonación y el tono, terrenos en los que su Othello se desinfla. Hay momentos en que el espectador no sabe hasta dónde el recurso de dirección de Pazos tiene que ver con lo simbólico o con que Sagayo, actriz de muchos matices, alivie el resultado final.

En lo demás, en términos generales, la propuesta de Pazos ofrece una estética llamativa y momentos de impacto, como es habitual en sus trabajos: no faltan la fiesta, el desfase generacional, el “brilli brilli” que dicen ahora y los guiños LGTBI.

Si bien nada está de más en esta versión, tampoco nada emociona especialmente, y se echa en falta más peso -actoral y reflexivo-, más profundidad acaso. Al final la tragedia de Othello queda convertida en tragicomedia frívola. Y no es que no se pueda o deba darle la vuelta a los clásicos en ese sentido. Es más, no es que no se pueda darle una vuelta a este clásico en concreto: Othello puede ser una gran comedia, a las pruebas (argentinas) me remito. Pero cuando la intención es otra, y Voadora tiene mucho de altavoz y de teatro social, de espejo de su momento, o al menos entiendo que esa es su intención, la ligereza de una propuesta como este Othello deja una sensación de vaguedad e inconclusión. Como ir a Venecia y encontrársela tomada por el acqua alta.     


Autor: William Shakespeare. Versión: Fernando Epelde. Dirección: Marta Pazos. Intérpretes: Joaquin Abella, Ángel Burgos, Ana Esmith, Chumo Mata, Mari Paz Sayago
Hugo Torres. Espacio escénico: Marta Pazos. Iluminación: Nuno Meira. Música original: Hugo Torres. Coreografía: María Cabeza de Vaca. Teatro de la Abadía. Madrid.

Estrellas Volodia

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