UNA COMEDIA ESPAÑOLA
Quien espere otro Arte saldrá decepcionado de Una comedia española. En cambio, quien busque teatro inteligente, esencial, capaz de transmitir un sutil humor -también más complejo-, disfrutará con este otro texto de Yasmina Reza. La escritora francesa construye un juego de matriuskas teatrales en el que una compañía ensaya una comedia de un autor español de moda que aborda una prototípica catarsis familiar en la que unos y otros se arrojan a la cara sus insatisfacciones. Pero no es un teatro de choques, como Un dios salvaje, sino chejoviano.
Dos de las protagonistas de la pieza -la española-, son además actrices de dispar éxito. Reza se sirve de ellas para su análisis, implacable pero cálido, de una profesión que conoce. El mismo rasero lo aplica a los dramaturgos: en la primera capa de interpretación, los actores monologan “con” el autor español, convidado de piedra en la penumbra del patio de butacas; oratorios que son puñales clavados en la vanidad del autor estrella. En cierto modo, es una confesión a corazón abierto de Reza.
Silvia Munt concibe el espacio con sencillez y acierto estético como una sala de ensayo desordenada. Crea con habilidad focos de atención, deja respirar al texto y da tiempo a sus actores
Silvia Munt concibe el espacio con sencillez y acierto estético como una sala de ensayo desordenada con trastos, cajas y pizarras. Crea con habilidad focos de atención, deja respirar al texto y da tiempo a sus actores, eso que parece tan fácil sin serlo. El reparto, de primera, crea un quinteto muy creíble, especialmente la parte femenina, desde la divertida burguesa de una histórica “recuperada” para las tablas, Mònica Randall, hasta las antagónicas hermanas de Cristina Plazas y Maria Molins, sin olvidar los buenos trabajos de Ramon Madaula y Xicu Masó.
Crítica publicada originalmente en La Razón, recogida en Notas desde la fila siete (Febrero 2009).
Foto: Albert Nevado