ARTE
“Mi amigo Sergio se ha comprado un cuadro”. Así arranca. Y ya saben el resto. Si no, se lo resumo: teatro irónico y mordaz, dinamita sobre el edificio de las creencias y las asunciones cotidianas. Un clásico contemporáneo divertido e inmisericorde que hemos visto varias veces en España y que siempre nos obliga a volver a cuestionarnos qué entendemos por amistad. Porque de eso -sí, también un poco del líquido y engañoso mundo del arte contemporáneo- habla este pellizco de Yasmina Reza. Y cuando aprieta con el carisma de Roberto Enríquez, Cristóbal Suárez y Jorge Usón, ¿quién no iría varios días seguidos a que le hiciesen daño? Ojo, advertencia: si uno entiende bien lo que le están contando, se pueden perder amigos.
Dirán que lo anterior no era sinopsis. Cierto, ahí va: Sergio, el esnob del grupo, se ha comprado un cuadro. Blanco inmaculado, con sólo unas casi imperceptibles rayas de un blanco diferente según se le mire. Y ha pagado un pastón por él. Marcos, su amigo desde la juventud, descreído de lo que no le resulta tangible, asible intelectualmente, monta en cólera. Iván, el tecero en discordia, es el colega simplón, el chico sin opinión propia, que asiste, observa y media, dejándose llevar por las mareas cambiantes de los dos caracteres dominantes de Sergio y Marcos.
“Un clásico contemporáneo divertido e inmisericorde que siempre nos obliga a volver a cuestionarnos qué entendemos por amistad. Porque de eso va este pellizco de Yasmina Reza”
Hay una guerra en marcha por diferentes concepciones de la vida, maneras de mirar y estar en el mundo, y ninguno entiende que su amigo haya cambiado. Arte es sartriana en ese sentido: trata del otro. Llegados a una edad, dejamos el grupo y perdemos humor (Sergio), empatía (Marcos) y visión (Iván).
El texto, estrenado en España en 1998 -emblemática, casi con tintes míticos, la versión de Flotats, protagonizada por él mismo, Hipólito y Pou-, es aun hoy el gran éxito de la autora francesa. A sus 19 años, ha resistido el paso de estas dos décadas y está hecho un chaval. Hoy sigue rápido, mordiente y ágil. Y como entonces, porque nada ha cambiado, sirve para plantearse dudas sobre lo que nos une a nuestros amigos y sobre las tendencias artísticas -léase aquí si se quiere teatrales, literarias…- que nos rodean. Entre medias hemos visto producciones como la encabezada por Darín o la de Luis Merlo.
“A sus 19 años, el texto de Reza ha resistido el paso de estas dos décadas y está hecho un chaval. Hoy sigue rápido, mordiente y ágil. Nada ha cambiado”.
La que ahora reestrena el Pavón Kamikaze (se vio hace unos meses) con dirección de Miguel del Arco sobresale. Es sencilla, casi como otras. El único reparo es que no aporte mucha novedad: hay poco aparato teatral, salvo el cuadro de marras, aquí un lienzo que pasa de mano en mano, lo que da algo de juego, luce un vestuario que no abusa del blanco dominante en otras, aunque sí clarea, inserta música… y poco más. Pero tiene lo básico: un reparto impecable y bien dirigido.
A Cristóbal Suárez, a quien algunos descubrimos en La función por hacer y luego en Veraneantes -ya llevaba carretera, no obstante- le pone aquí Del Arco otro papelón: Sergio. “¡No creerás que iba a dilapidar esa fortuna en un vulgar mortal!”. Lee a Séneca, pero su risa ha muerto. Estirado, convencido, altivo, Suárez dibuja perfectamente lo que hoy algunos diarios llaman un pijoprogre.
“La versión de Miguel del Arco es sencilla: hay poco aparato teatral, salvo el cuadro de marras, no abusa del blanco… Pero tiene lo básico: un reparto impecable y bien dirigido”
Marcos tiene un punto, y me quedo corto, irritante, un perfume a azufre, aunque no le falte más razón que a un santo en algunas cosas. “El mal viene de lejos. Viene exactamente de aquel día en que pronunciaste, sin ningún humor, refiriéndote a un objeto de arte, la palabra deconstrucción”. Conocía a Roberto Enríquez por el cine y algún que otro papel teatral, cosas muy diferentes. La exacta y callejera mala leche de su Marcos supera a todo lo que le he visto hasta ahora.
Jorge Usón me sorprendió menos: sólo lo había fichado en Cabaret de caricia y puntapié. Pero ya era suficiente, sabía lo enorme actor que es. Cuando coge carrerilla en el famoso monólogo en el que Iván entra hablando por teléfono, atribulado por su inminente boda, suegros y rencillas de por medio, el teatro se viene abajo. El aragonés es un terremoto, físico y verbal, y su Iván torpón, grandote y desgarbado un miura esperando la salida del chiquero.
Será curioso ver qué opina Reza, que esta semana está de paso por Madrid, del montaje. Por mi parte, no lo dejen escapar.
Autora: Yasmina Reza. Director: Miguel del Arco. Traducción: Fernando Gómez Grande y Rodolf Sirera. Reparto: Roberto Enríquez, Cristóbal Suárez y Jorge Usón. Escenografía y vestuario: Alessio Meloni (AAPEE). Iluminación: Pau Fullana. Sonido: Sandra Vicente (Studio 340). Música: Arnau Vilà. El Pavón Teatro Kamikaze. Madrid.