IPHIGENIA EN VALLECAS
Vaya por delante que la hora y media de teatro en vena, de terremoto actoral -qué derroche el de María Hervás– y de monólogo hipnótico al que asiste el espectador de esta versión española de un texto del galés Gary Owen vale la pena de por sí, al margen de cualquier otra consideración. Pero las hay. Porque Iphigenia en Vallecas es un drama combativo, que se moja y apuesta primero todo al negro para luego pasarlo todo al rojo. Es teatro de denuncia con sus virtudes y defectos.
Iphigenia, La Iphi, representa un escalón social por debajo de esas jóvenes que vemos pululando por los polígonos, por los grandes hermanos y por los Gandía Shore. Viaja a diario de la botella de vodka a la cama de algún chulo de gimnasio y gasta maneras de bachillera ajada pese a su juventud. Apenas ha vivido pero ya está -o eso cree ella- de vuelta de todo. El sexo es una herramienta, su cuerpo un vehículo. Su verbo, una pistola callejera cargada de incultura, de eses alargadas y de conceptos limitados. Su universo se reduce a su lenguaje y viceversa. Pero ella se siente la reina del barrio.
Supongo que las chonis del extrarradio de Cardiff se parecerán mucho a las nuestras. Desde luego, la brillante adaptación que firma la propia Hervás hermana a unas y otras. Es un texto que parece escrito para cualquiera de las Juanis de Bigas Luna y que recoge el testigo -aunque solo verbal- del cine de quinquis de Eloy de la Iglesia y de cierto teatro de Alonso de Santos.
El recorrido de Owen por Splott se convierte aquí en una panorámica del extrarradio, de Palomeras a los descampados de la M-40, de Parla a Getafe, ese Madrid paralelo que el urbanita medio igual no ha pisado en su vida pero que está ahí, con su realidad de ninis, desempleo, inmigración y centros de salud maltratados por los recortes.
“Supongo que las chonis del extrarradio de Cardiff se parecerán mucho a las nuestras. Desde luego, la brillante adaptación que firma la propia Hervás hermana a unas y otras”
Y en ese periplo sin naves ni viento, Iphi encontrará el amor, la pérdida y el vacío. Y tomará una decisión final que la convierte en heroína anónima.
Como la Ifigenia de Eurípides, su sacrificio personal ayuda a la causa común: la hija del aqueo Agamenón dio su vida con estoicismo y determinación cuando su padre decidió sacrificarla para que los dioses favorecieran a la flota, atrapada en Áulide. Obviamente funcionó y el resto es conocido: Troya, Aquiles, el caballo de madera, las troyanas…
“En ese periplo sin naves ni viento, Iphi encontrará el amor, la pérdida y el vacío. Y tomará una decisión final que la convierte en heroína anónima”
En esta revisión del mito, Owen nos dice que debemos estarle agradecidos al más perdido de los seres de una sociedad. La sociedad es la culpable y cualquiera puede sorprendernos con una lección de ética. Una suerte de “todo el mundo es bueno” que obliga a acoger en nuestro seno al personaje que hasta mitad de función había dibujado como un desecho social. Nos conmina a librarnos de prejuicios. Sin embargo, quizá el espectador no comparta las premisas y, sobre todo, las conclusiones, que el autor ha introducido con calzador dramático.
“Owen nos conmina a librarnos de prejuicios. Sin embargo, quizá el espectador no comparta las premisas y, sobre todo, las conclusiones, que el autor ha introducido con calzador dramático”
Al final, la historia de Iphi se convierte en una celebración de un estereotipo que nadie aprueba. Ha habido sacrificio y eso la redime de sí misma. En la ficción, al menos. Tengo mis reparos, Sr. Owen. Claro que quizá no sea vero, pero sin duda è ben trovato.
Porque, como decía arriba, María Hervás lo da todo. Se da. Se hiere y se duele como la santa profana saeteada por las circunstancias. Su trabajo es arrollador. Incómodo, duro y salvaje. Su Iphi es una creación de altura. Y está bien acompañada, guiada y rodeada por la dirección de Antonio C. Guijosa y la escenografía de Mónica Teijeiro, que igual nos llevan de garitos que nos meten en una periferia de grafitis y solares recreada con cajas y rejas. Si a un monólogo se le puede pedir que convenza pareciendo un coro, éste es una ópera de voces, lugares y sensaciones.
Autor: Gary Owen. Versión: María Hervás. Dirección: Antonio C. Guijosa. Reparto: María Hervás. Escenografía: María Teijeiro. Iluminación: Daniel Checa. El Pavón Teatro Kamikaze (Sala pequeña). Madrid.
3 respuestas a «Ética para Gandía Shore»