REGRESO AL HOGAR
El Español homenajea a Harold Pinter, fallecido recientemente, de la mejor forma: con buen teatro. Llega este Regreso al hogar de Barcelona, donde se hizo en catalán. La traducción de Eduardo Mendoza es atrevida y contundente, como la obra, pero en exceso literal por momentos (llaman la atención algunos anglicismos). Por lo demás, la propuesta del director, Ferrán Madico, no puede ser más pinteriana: pausas, silencios, miradas y expresión corporal para conformar un lenguaje de secretos y dobles intenciones.
Asfixiante, en un feísmo de clase obrera que nos hace viajar a algún suburbio inglés de los 70 o los 80, el microcosmos familiar al que vuelven Teddy -el hijo que se fue a hacer las Américas- y su nueva esposa Ruth es una lobera de odios y rencores que acabará implotando sin aspavientos, aunque sí con una amargura inabarcable. Madico acrecienta esas sensaciones con una dirección de actores que sabe hacer buen uso de lo insinuado, de lo susurrado, de lo callado.
Asfixiante, en un feísmo de clase obrera que nos hace viajar a algún suburbio inglés de los 70 o los 80, el microcosmos familiar al que vuelven Teddy y su nueva esposa Ruth es una lobera de odios y rencores
El reparto logra un abanico de frialdades vitales con conocimiento del espíritu de Pinter. Francesc Luccheti es el patriarca Max, un tirano iracundo que aborda con maestría. Ana Fernández es discreta al comienzo y una muy creíble «extraviada» al final, como manda el personaje de Ruth; y Tristán Ulloa está soberbio como el chulo Lenny, el hermano macarra. Bien también Sergio Otegui y Ricardo Moya, aunque el más divertido, sin duda, es Julián Ortega como Sam, el hermano pequeño y descerebrado de este clan mísero en lo económico y en lo moral.
Crítica publicada originalmente en La Razón, recogida en Notas desde la fila siete (Febrero 2009).