En uno de los momentos antológicos de La vida de Brian, el protagonista, huyendo de los romanos, no entiende nada cuando un comerciante callejero regatea con él con surrealistas maneras, bajándole el precio en vez de subirlo. Si hubieran grabado la peli hoy, visto el acuerdo Junts-PSOE, los Monty Python eliminarían la escena por irrelevante: la realidad supera a la ficción.
“Estoy que lo regalo”, pregonan las gitanas en los mercadillos para vender bragas, tan baratas como el precio por el que Pedro Sánchez vende a España: un plato de lentejas, o sea, siete votos. Desde que Rusia regaló Alaska a Estados Unidos -los milloncejos de dólares que pagó el amigo americano al Zar ya fueron calderilla entonces-, acaso no haya habido un negociador más incapaz que Santos Cerdán. Con todo, el “me lo quitan de las manos” en que han convertido a España no se debe a la torpeza de un lacayo -abundan en este PSOE los “yesmen”- sino a la obcecación de un político por aferrarse al poder al precio que sea. Sobra en nuestra política mediocridad, faltan principios y altura. Sánchez y su aparato de propaganda son como el pianista díscolo de La la land cuando el dueño del piano bar le readmite sin ceder en sus exigencias. “¿Qué tal todo para ti, nada para mí?”, cede ante el jefe el pianista, antes de apostillar con chulería “por decisión mutua”. Todo para ellos, nada para el resto. Para ese viaje, sobran alforjas, se podían haber ahorrado el paripé.
Es como la vieja broma del padre, aquell que le diu al hijo “no vuelvas más tarde de las once”, y el hijo “volveré cuando me dé la gana”, y el padre “vale, pero ni un minuto más tarde”. La bajada de pantalones de nuestro Gobierno ante tipos que tienen sueños húmedos con la Republiqueta -el juguete sexual ya está encargado en ese salvoconducto impúdico que es el acuerdo, relájense y disfruten- no solo allana el camino a un referéndum sino que hace suyo el argumentario victimista del independentismo y legitima su visión distorsionada de la historia. No sé si la negociación ha sido más Monty Python o Mr. Bean (por ahí anda enredando), pero maldita la gracia.
Desde que Rusia regaló Alaska a Estados Unidos, acaso no haya habido un negociador más incapaz que Santos Cerdán
Aún espero a alguien que me explique en qué beneficia a España el acuerdo que nunca se iba a firmar. Igual que los pactos con Podemos, que no dejarían dormir a Sánchez, el gobierno con Bildu, que era impensable, o los indultos, que ni hablar, también la Amnistía era anticonstitucional. Y unos meses más tarde se firma, se defiende y se instituye como la única solución posible a un conflicto que no existía. El independentismo estaba en horas bajas hasta que le han dado alas y millones. Puchi y Loreta ya pueden reunirse con diurnidad en algún salón del Ensanche para planear pintadas ágrafas contra el opresor carpetovetónico -todo nacionalismo es iletrado por definición-, decidir cómo y cuándo el siguiente referéndum y preguntarse: “¿Qué han hecho los españoles por nosotros?”