El Apocalipsis será integral, pero será. Nos joderá bien jodidos, pero vendrá certificado, inclusivo, bajo en calorías y ecofriendly. Mientras debatimos sobre el sexo de los ángeles de hoy, que son laicos y fluidos, nuestros cimientos se derrumban. Suecia, Italia, Francia o Bélgica tienen ya zonas “no go”, o sea, barrios donde ni Harry el Sucio pisaría. Como Ciudad de Dios, pero con otro dios. El europeo se despeña de cabeza por el risco de la historia creyendo que está haciendo un tirabuzón de clavadista de Acapulco, sin entender que el clavadista saltaba porque más panzás da el hambre y él lo que quería era un retiro en Torremolinos.
La hostia se escuchará en todas partes, pero será en diferido, como las ruedas de prensa que se llevan ahora. Ya saben que el sonido tarda en llegar. Viaja a una velocidad de tres o cuatro décadas por catástrofe. Que no es mucho ni poco. Todo depende. Para los oportunistas es toda una vida: tiempo suficiente para asegurar el salto de clase. Sus votos de hoy son cargas de demolición mañana. Y después de ellos, el diluvio. Eso sí que es una clavada: sus hijes, chalé, seguro y universidad privada. Las nuestras -también les suyes, de esto no se librarán- llevarán hiyab. Es pobre consuelo, pero al menos, en su aciaga vejez, los imprudentes culpables del desastre no podrán catar el Ibérico. Que se jodan.
Al menos, en su aciaga vejez, los imprudentes culpables del desastre no podrán catar el Ibérico. Que se jodan.
Yo cuento con estar ya para entonces gagá, criando malvas o a punto y camino del cielo, que, aunque uno es agnóstico, tirando a ateo, ha tratado siempre de ser buena gente en la medida de lo posible, siguiendo la máxima sencilla de no hacer a otros lo que no le gustaría que le hicieran a uno. Así, claro, no se medra. Renta más vender el alma al diablo.
Houellebecq, cuerpojota – le he tenido al lado en chalequillo sin mangas y daba un no sé qué-, pero genio y figura ya lo advirtió en Sumisión, una novela de aterradora política-ficción: Europa será musulmana. La solución es fácil: Houellebecq es facha. Y Martin Amis, que lo dijo antes, facha, también. Hoy todo pensamiento crítico es aplastado por las etiquetas, que son más poderosas que los tanques. Se puede anular fácilmente a la disidencia, que en el 68 estaba en la universidad y en el 23 en las familias y los currantes, donde aún queda algo de sentido común. Al final, todos sonreiremos para el selfie. Hay una peli de terror que no he visto pero va de algo así: una pájara que le da a la gente y sonríen hasta morirse de mala manera. Así nosotros: jodidos, pero contentos. Con un corazón delator que tendremos que emparedar para que nuestros nietos no nos señalen y pregunten: ¿Y tú qué hiciste para evitarlo?.