KOOZA
El Cirque du Soleil aterriza en Madrid una vez más en pleno puente de Todos los Santos. O sea, buñuelos para los que peinamos canas, Halloween para el resto. En Kooza hay esqueletos, pero ahí acaba la vinculación a esta fiesta. Además, este montaje regresa a Puerta del Ángel, donde ya estuvo en 2013. Pura casualidad lo de la fecha, supongo, ya que es parte de una gira. La cosa tiene truco. Pero también tiene trato: el que el Cirque sella con su público siempre, logrando que salga -salgamos- con una sonrisa, ya sea este estreno mejor que otros o mejorable.
Kooza es un espectáculo festivo, alegre y algo caótico en su propuesta estética y su leit motiv que dirige David Shiner. El Cirque suele abordar un tema de fondo -que no una narración- en cada título: lo oriental (Dralion), el bellísimo homenaje a Fellini (Corteo), la magia (Zarkana), el mundo femenino (Amaluna), el nomadismo gitano (Varekai)… En Kooza, según reza la información del Cirque, se habla de la inocencia y el poder, “de la conexión humana y el mundo de la dualidad, lo bueno y lo malo”. Un personaje algo cándido -uno de los clowns- va encontrándose con otros habitantes de su universo colorido.
En un mismo montaje se dan la mano diablos circenses de aires mexicanos con contorsionistas que podría haber soñado Gaudí. Un batiburrillo con encanto pero sin orden
Lo cierto es que me cuesta descifrar el simbolismo propuesto por la compañía internacional con una puesta en escena y una dramaturgia en la que me parece leer más un viaje por mundos oníricos. A eso me refiero por caótico: en un mismo montaje se dan la mano diablos circenses de aires mexicanos con contorsionistas que podría haber soñado Gaudí; arlequines que parecen piruletas humanas con trajes multicromáticos -el Trickster, suerte de maestro de ceremonias- y seres eléctricos que parecen arrancados de una vieja película de serie B. Un batiburrillo con encanto pero sin orden. Será uno, que es pelín cartesiano, porque el espectáculo lleva dando vueltas desde 2007 con éxito, así que supongo que gusta.
El corazón técnico de Kooza es una gran estructura móvil llamada Bataclan que entra y sale a escena, a un lateral de la pista central, con la orquesta en lo alto de una balconada. Más allá de eso, Kooza ofrece menor espectacularidad que otros títulos que juegan con proyecciones, escenografías e iluminaciones más creativas.
El ritmo fluye con naturalidad en Kooza y algunos de sus números son especialmente llamativos. Entre los que arrancan aplausos y ovaciones está la fabulosa rueda de la muerte
A cambio, su ritmo fluye con naturalidad y algunos de sus números son especialmente llamativos. Entre los que arrancan aplausos y ovaciones está la fabulosa rueda de la muerte, que quien firma no se cansa de ver. Dos superhéroes reales, con poderes mutantes -estoy seguro- corren, saltan y se cuelgan por dentro y por fuera de una enorme estructura giratoria que parece poder aplastarlos o lanzarlos con desprecio en cualquier momento como un molino se desharía de un Quijote.
Otros números celebrado son el teeterboard, o trampolín en el que una troupe de acróbatas salta para caer sobre los hombros de sus compañeros o de forma casi imposible, de pie sobre zancos; el alamble alto, equilibrios de ciencia ficción sobre bicicletas y sillas a una decena de metros del suelo; o el dúo de monociclo. Aunque sin riesgo, no son menos fascinantes los malabaristas -en Kooza hay un especialista en diábolo- o el número de rueda simple o rueda Cyr, un gran aro que acoge en su interior al acróbata que lo maneja, creado por Daniel Cyr para el Cirque en 2003.
El Cirque bebe de la tradición secular de grandes circos y artistas, aunque adaptando y dotando de una belleza y puesta en escena únicas a números que nuestros padres y abuelos ya veían
En realidad, los números originales son solo algunos: el Cirque bebe de la tradición secular de grandes circos y artistas, adaptando y dotando de una belleza y puesta en escena únicas a números que nuestros padres y abuelos ya veían.
Así que hay truco, pero también hay trato: no está de más dejarse caer por Kooza, entrar en el país de sueños del Cirque una vez más.
Creadores: Guy Laliberté, David Shiner. Director: David Shiner. Director creativo: Serge Roy. Escenografía: Stéphane Roy. Música: Jean-François Côté. Iluminación: Martin Labrecque. Vestuario: Marie-Chantale Vaillancourt. Coreografía: Clarence Ford. Sonido: Jonathan Deans, Leon Rothenberg. Equipamiento acrobáticos y rigging: Danny Zen. Números acrobáticos: André Simard. Maquillaje: Florence Cornet. Grand Chapiteau, Puerta del Ángel. Madrid.
Me ha decepcionado bastante, aunque mantiene su esencia, nada que ver con los tres espectáculos anteriores que había visto.