AVENTURA!
Dice en sus notas Alfredo Sanzol que ha escrito «Aventura!» porque está enamorado de su familia, de sus amigos, de la gente con la que trabaja; porque no quiere emigrar ahora. Parece una perspectiva vitalista. Y es cierto que en su nueva y divertidísima empresa como autor y director, en el sentido más amplio del término, se rebela contra las fuerzas que nos zarandean en la crisis global que vivimos, encarnadas en la figura de un empresario chino que quiere comprar una compañía de Barcelona. A los seis socios propietarios no les va mal del todo, pero ya ven asomando por debajo de la puerta la patita de las vacas flacas, que eso sí que es un lobo feroz. Sanzol, como casi siempre, se saca de la manga uno de sus argumentos con retruécano: ¿Y si en el acuerdo de compra-venta estuviera incluida una de las socias?
Por fortuna, el que no se deja comprar es el propio autor, que se resiste a la previsibilidad del desenlace con su prosa impermeable a los tópicos, una escritura que da volantazos narrativos y está atenta al detalle de lo prosaico, al lenguaje cotidiano con sus silencios, sus repeticiones absurdas pero reveladoras y su sinsentido. En su universo no hay malvados ni héroes y lo agridulce de su propuesta llega más de Occidente que de Oriente, cuando convierte el teatro en espejo de nuestras pequeñas mezquindades cotidianas, siempre sin hacer sangre. Todos somos humanos, al cabo. Las criaturas de su teatro, como ocurría a los franquistas más irredentos de En la luna, resultan entrañables. Los seis socios son españoles urbanos de hoy, cuatro mujeres y dos hombres, atrapados por sus problemas personales y sus defectos de fábrica. Se aprecian, se quieren incluso, pero el miedo, dice el refrán, es libre.
Sanzol se resiste a la previsibilidad del desenlace con su prosa impermeable a los tópicos, una escritura que da volantazos narrativos y está atenta al detalle de lo prosaico, al lenguaje cotidiano
Sanzol repite con la compañía T de Teatre, cuatro actrices y dos actores que están enormes y se reparten con acierto los papeles. La fuerza de Mamen Duch y de Carmen Pla se combina a la perfección con la comicidad desvalida de Marta Pérez o la naturalidad de Àgata Roca, ese objeto de deseo –del empresario chino–, y con ellas, como en Delicadas, Jordi Rico y Albert Ribalta hacen de sus hombres un género débil pero hilarante y con el que es fácil empatizar. Como director, Sanzol plantea su historia linealmente pero se permite juegos de ruptura narrativa, compartiendo los actores conversaciones en las que sus personajes no están; pero nada resulta gratuito: son situaciones que dan pie a otras sin forzar la credibilidad o la fluidez del relato y que refuerzan su pegada cómica. La música, entre oriental y cinematográfica, porque al cabo nos están contando una aventura, redondea el invento de Sanzol: lograr que nos riamos de algo que en el fondo, a poco que lo pensemos, es amargo como el jengibre.
Autor: Alfredo Sanzol. Dirección: Alfredo Sanzol. Intérpretes: Mamen Duch, Marta Pérez, Carme Pla, Albert Ribalta, Jordi Rico, Ágata Roca. Escenografía: Alejandro Andújar. Iluminación: Carlos Lucena. Vestuario: Alejandro Andújar y Alejandro Parra. Música original: Fernando Velázquez. Sonido: Roc Mateu. Teatros del Canal. Madrid.
Crítica publicada originalmente en La Razón, recogida en Notas desde la fila siete (Mayo 2014).