El secreto de la paella

ECLIPSE TOTAL

¿Quién quiere vivir para siempre? La pregunta, que titulaba un viejo tema de Queen, aparece también en Eclipse total. Quizá la mayor virtud -y tiene muchas- del nuevo montaje de la compañía Pont Flotant, programada en el Teatro de La Abadía, es lograr hablar de la muerte en un montaje rebosante de vida, una celebración alegre y entrañable de los lazos de la familia y la gente a la que amamos, de las voces que la inexorable garra de la biología nos arrebata pero permanecen en nuestra memoria. Eclipse total no pretende hacer filosofía, sino un homenaje a las generaciones de nuestros padres y abuelos, pero en esa modestia asoma más de una idea pespuntada con cuidado.

No había visto hasta ahora la obra de esta compañía valenciana. Y no porque no hubieran visitado Madrid: con Algunas personas buenas (2011) ya pasaron por Escena Contemporánea, y han regresado desde entonces con Ejercicios de amor (2009), que también se vio en La Abadía, o Acampada (2019), en Festival de Otoño, entre otros títulos. En concreto, con El hijo que quiero tener (2016) recibieron toda suerte de alabanzas de la crítica. Por diversas razones -resumidas en mi incapacidad para organizar mejor mi vida-, se me habían ido “escapando” hasta ahora. Sin conocer pues sus anteriores trabajos, este Eclipse total me permite pensar que Pont Flotant es una compañía con una voz personal y una sensibilidad que no busca la catarsis sino la inmersión en una intimidad, una cercanía con el espectador, al que abren las puertas de su universo artístico -y en parte de sus vidas- para recordarnos que el teatro puede ser una forma de convivencia.

Pont Flotant es una compañía con una voz personal y una sensibilidad que no busca la catarsis sino la inmersión en una intimidad, una cercanía con el espectador, al que abren las puertas de su universo artístico

Creada por la compañía en conjunto, Àlex Cantó, Joan Collado, Jesús Muñoz y Pau Pons, en escena son Cantó y Muñoz quienes defienden la propuesta. Una reflexión sobre el tiempo, la vida y la muerte que arrancan con una escena divertida y curiosa: una línea temporal que van narrando mientras desenrollan una tela con fechas e hitos. Primero, de su familia cercana, abuelos, padres, hijos, y también de la que vendrá, en un ejercicio de futurismo en el que ponen fecha a sus propias muertes. Después, en otra escala y otro rollo de tela, la historia de la humanidad, hacia atrás, desde el Holoceno hasta el Pleistoceno, pasando por todos los “homos” imaginables, floresiensis, ergaster, neandertales… En verdad somos motas de polvo en la historia, accidentes a punto de desaparecer en un parpadeo.

Esa idea de fugacidad de la vida, subrayada en la segunda escena, en que asistimos a un “entierro” textil de los protagonistas mientras hacen balance, contrasta con la alegre comida en familia a la que invitarán al público en la tercera y definitiva escena o parte del montaje: una reunión de su árbol genealógico más cercano, un encuentro ucrónico al que asisten los vivos y los muertos. Unos y otros hablan de sus momentos felices comen, ríen, beben, bailan, cantan y mueren de nuevo en directo. El teatro tiene esta magia.

Pont Flotant tiene el secreto de la paella, tan debatido entre los cocinillas de España: lo importante es la reunión. Pont Flotant reúne a sus familias y las escucha y eso, parece decirnos, es lo que cuenta

La comida podría ser la de cualquier familia numerosa mediterránea. Imagínenla a la sombra de un merendero, en un patio o en una terraza, quizá entre pinos o higueras. Quizá en una masía frente al mar, una casona o un cortijo. Acaso en una casa humilde, con poco que echarle a la paella, pero imaginación y ganas. Pont Flotant tiene el secreto de la paella, tan debatido entre los cocinillas de España: lo importante es la reunión. La compañía reúne a sus familias y las escucha y eso, parece decirnos, es lo que cuenta. El resto es un suspiro. Parece de cajón, pero no siempre nos paramos a pensarlo.

La fiesta que montan es también una celebración teatral, en la que un escenario de madera gira, crecen los globos como árboles y Muñoz y Cantó, actores-camareros, sirven la mesa y  hacen equilibrismos actorales para ser, física, vocal y hasta posicionalmente -van cambiando de lugar como si fuera el juego de las sillas- todos y cada uno de sus “yayos” y padres. Hay un sencillo pero fascinante empleo de grabaciones sonoras que crean la atmósfera familiar buscada entre ruidos de platos y frases banales, las que cualquier abuela o abuelo pronunciarían, y mucha diversión en escena. Se me ocurren pocos homenajes tan sentidos, tiernos y cargados de verdad a la familia.

No viviremos para siempre.  Sin duda. Supongamos que del teatro se sale siempre algo más sabio (lo sé, es mucho suponer, pero supongamos…). De Eclipse total se sale con ganas de vivir. No más, sino mejor. No para siempre, sino exprimiendo cada minuto. Me parece que eso es ya mucho.


Dramaturgia y dirección: Àlex Cantó, Joan Collado, Jesús Muñoz y Pau Pons (Pont Flotant). Intérpretes: Àlex Cantó y Jesús Muñoz. Espacio escénico y vestuario: Pont Flotant. Iluminación: Marc Gonzalo (AAI). Sonido: Adolfo García.  Teatro de La Abadía (Sala José Luis Alonso). Madrid.

Foto: Nerea Coll.

Estrellas Volodia

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