El diario kafkiano de Greg

LA METAMORFOSIS DE GREGOR

El Teatro Quique San Francisco apuesta en doblete de programación por temas que afectan a jóvenes con problemas, una mirada necesaria y oportuna siempre. Si 337 Km, que acaba también estos días, se asoma al día a día de un chaval con Síndrome de Asperger, la segunda pieza que llega al escenario de Chamberí, La metamorfosis de Gregor, es un montaje atípico e hijo de su tiempo con clara vocación de llegar a los espectadores más jóvenes, aunque no infantiles. Esa franja ya de instituto, de ESO o Bachillerato, en la que los problemas comienzan a aflorar, los cuerpos se transforman y los pequeños dramas del desarrollo, los amigos, las pulsiones sexuales y los estudios pueden convertirse en una gran tragedia. Digámoslo claro: esta pieza, escrita por y dirigida por Jesús Torres habla del suicidio juvenil, ese gran tabú social.

Para coger ese Miura por los cuernos, se dirige directamente al público al que debe calarle el mensaje de esperanza que transmite: los adolescentes. Aunque al final entenderemos que realmente quien debe y puede aprender algo de la pieza son los familiares, amigos, profesores… El  entorno de cualquier chaval arrastrado a un maelstrom. Porque si algo se saca en claro de la obra -si es que no se sabía ya antes- es que estar atentos al grito de socorro, saber identificarlo entre el ruido del día a día, puede transformar un agujero negro en un horizonte verde. El color de la esperanza, el mismo del teléfono de la conocida asociación que colabora en esta producción.

Los adolescentes son bombardeados por influencias audiovisuales, redes sociales, videojuegos, chats y otras aplicaciones. Una densa pantalla, un muro de sonido en el que cuesta oír su caída

Ese ruido a veces es un silencio doloroso. En la historia de Gregor, el protagonista de esta obra que bebe libremente de la novela kafkiana -ya desde el título está claro-, es una incomunicación de manual acompañada del caos tecnológico: los adolescentes son bombardeados por influencias audiovisuales, redes sociales, videojuegos, chats y otras aplicaciones. Una densa pantalla, un muro de sonido en el que cuesta oír su caída. Cuanto más conectados, más desconectados. Cuanto más espacio ceden en su vida a la exposición, menos tiempo hallan para la reflexión. Es una bomba de relojería bien analizada por este texto que, si bien carece de vuelo poético o gran escritura, acierta en acercarse en tono y códigos al público objetivo.    

Falso monólogo construido con intervenciones audiovisuales de diferentes personajes, en realidad el peso recae en forma y fondo sobre el único protagonista presencial de la historia, Gregor, 14 años, perdido en su habitación, una gran jaula en la que todo sucede y sobre cuyas paredes veremos proyectarse vídeos. Una creación impecable en la parte técnica, auténtico mecanismo de relojería, y un esfuerzo demoledor para un joven actor, Diego Olivares, que lo da todo y hace creíble al desnortado Samsa, que una mañana se convierte no en cucaracha sino en adolescente. Un caparazón negro en el que el bullying, el rechazo al cuerpo propio, las malas relaciones familiares y la sensación de no ser querido ni necesitado por nadie tienen a Gregor pataleando como un insecto boca arriba.  

Una creación impecable en la parte técnica, auténtico mecanismo de relojería, y un esfuerzo demoledor para un joven actor, Diego Olivares, que lo da todo y hace creíble al desnortado Samsa

La metamorfosis de Gregor podría titularse El diario de Greg, si no su historia fuera menos dramática que la célebre saga de novelas ilustradas infantiles. Como aquella, tiene a un chaval despistado y de escasas habilidades sociales como protagonista. Un caldo de cultivo idóneo para el desastre. Pero esta producción de la compañía El Aedo no es, ni de lejos, comedia amable. Desde el comienzo vemos dirigirse a un ser humano desnortado cuesta abajo hacia su perdición de forma casi inexorable. Digo “casi” porque aquí está la aportación de este montaje etiquetado como “interactivo”: el público podrá ir tomando decisiones desde sus cuentas de Instagram a lo largo de la obra, móvil en mano. Y con ellas, quizá escriban la crónica de una vida anunciada. En la función que presencié se logró. Ojalá la obra ayude a que esto ocurra más a menudo en la vida real.


Dramaturgia: Jesús Torres. Dirección: Jesús Torres. Intérprete: Diego Olivares. Videoescena: Elvira Zurita. Iluminación: Jesús Díaz Cortés. Escenografía: Carlos Brayda. Composición musical: Alberto Reguilón. Teatro Quique San Francisco. Madrid.

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