NOCHE DE REYES
Helena Pimenta sigue fiel a Shakespeare, una de sus debilidades (¿de quién no?). Pocos directores en nuestro país han trabajado tanto el repertorio del inglés como ella: desde aquel primer Sueño de una noche de verano (1992), montaje que reinventaba códigos y “españolizaba” al autor inglés, pasando en las siguientes dos décadas, entre otros títulos, por Romeo y Julieta, La tempestad, La comedia de los errores, Macbeth… En su carrera ha acumulado aciertos relativos y montajes memorables, pero en cada uno de sus dramas y comedias hubo siempre algo que hacía que mereciera la pena acercarse al teatro. Esta nueva Noche de reyes de la directora no es un trabajo que llame a la ovación, pero estamos ante teatro sólido, de pulcra y sabia factura, con momentos redondos y una bellísima puesta en escena: una poesía visual que nos hace viajar desde que nos sentamos en el patio de butacas del Matadero. Pimenta se da un chapuzón mediterráneo, un paseo a orillas del mar. El gran panel que preside la escenografía es una postal de luz y mar, una tarde en las entrañas de Sorolla.
Pimenta se da un chapuzón mediterráneo, un paseo a orillas del mar. El gran panel que preside la escenografía es una postal de luz y mar, una tarde en las entrañas de Sorolla
A esta playa llega la nave de Pimenta. Una playa acaso valenciana pero en origen balcánica: todo arranca en las costas de Iliria -un reino antiguo en el Adriático, la forma de Shakespeare de situar la acción en cualquier sitio para jugar libremente-, donde un barco ha naufragado y una joven dama, Viola, se disfrazará de muchacho para ponerse al servicio del Duque Orsino. La joven cree que su hermano gemelo, Sebastián, ha muerto, pero este sigue vivo y vendrá a solucionar un largo y cómico enredo de pasiones no correspondidas: el duque está prendado de la bella dama Olivia, quien a su vez se ha encaprichado con el nuevo criado del duque, Césareo, es decir, de Viola. Ya saben como acaban estos líos: el pastel se descubre y todos encuentran su media naranja.
La versión del texto que firman Álvaro Tato y la propia Pimenta es juguetona y accesible: no traiciona al ingenio de Shakespeare y se sigue de forma amena, sumándose a los aciertos de esta producción junto a su bella puesta en escena.
Pimenta aborda estos momentos con talento. Sus criados escondidos a los laterales del panel, las puertas de ida y vuelta, las entradas y salidas… Todo subraya la inteligente dirección
Entre amoríos nobles y gemelos perdidos, sucede una subtrama hilarante que es ya parte de la historia del teatro: la broma que dos nobles y una criada gastarán al estirado Malvolio, un lacayo insufrible, haciéndole creer que su señora, Olivia, está colada por él. El ridículo será mayúsculo. Noche de Reyes se presta al juego como pocas obras, y Pimenta aborda estos momentos con talento. Sus criados escondidos a los laterales del panel, las puertas de ida y vuelta, las entradas y salidas… Todo subraya la inteligente dirección de la que fue hasta hace poco directora de la CNTC.
Entre el reparto, brilla especialmente una Carmen del Valle que demuestra una vez más sus tablas y talento en los clásicos como Olivia, así como Rafa Castejón como Malvolio, adusto y pedante como el personaje pide.
El dúo cómico de Sir Andrew y Sir Toby, al que dan vida respectivamente Patxi Pérez y José Tomé, funciona con fluidez: el cobarde ridículo y el gorrón vividor son la pareja cómica de la obra y ambos actores hacen que resulten entrañables. Victoria Salvador convierte al dúo en trío con su María, criada con callo a la que interpreta con gracia. José Tomé da vida también al duque Orsino y en este papel, si bien aporta empaque y presencia al personaje, falla en entonación y llegada: cuesta oírle desde las gradas. Su Orsino necesita más madera.
El dúo cómico de Sir Andrew y Sir Toby, al que dan vida respectivamente Patxi Pérez y José Tomé, funciona con fluidez: el cobarde ridículo y el gorrón vividor resultan entrañables
En cuanto a los gemelos, tanto Haizea Baiges y Sacha Tomé, ambos jóvenes intérpretes, demuestran solvencia. Baiges lleva el peso de la función en el personaje que es eje de la comedia y sale bien parada con una Viola/Cesáreo creíble y dinámica. Tomé tiene un papel más anecdótico, pero está cuando se le necesita.
Cae la tarde sobre el teatro, se pone el sol sobre la línea del horizonte. La playa mediterránea de esta coproducción entre Ur Teatro y el Teatro Español deja al espectador en sus orillas con una agradable sensación de viaje antiguo y un rato de sana diversión. Hay otras costas, más lejanas, otros viajes más arriesgados. Pero que nuestras naves lleguen de cuando en cuando a costas como estas no es poco regalo de nuestra particular diosa oceánica, una tal Talía.
Texto: William Shakespeare. Versión: Álvaro Tato y Helena Pimenta. Dirección: Helena Pimenta. Intérpretes: Haizea Baiges, Carmen del Valle, José Tomé, Rafa Castejón, Patxi Pérez, Sacha Tomé, Victoria Salvador y David Soto Giganto. Espacio escénico y vestuario: José Tomé y Mónica Teijeiro. Iluminación: David Hortelano (AAI). Espacio sonoro: Ignacio García. Matadero Madrid-Naves del Español (Sala Fernando Arrabal).