París bien vale una risa

VIVE MOLIÈRE

Si Inglaterra tiene a Shakespeare y España a Lope de Vega y Calderón de la Barca, el olimpo de la dramaturgia europea clásica encuentra en Francia un nombre indiscutible: Molière. Ni Racine ni Corneille, célebres entonces y aún reconocidos, gozan hoy de la difusión del autor de Don Juan, El avaro o El enfermo imaginario. Qué complejo reunir su obra en un montaje. Lo hace con acierto Vive Molière, lo nuevo de Ay Teatro, esto es Álvaro Tato y Yayo Cáceres. Sirviéndose de un argumento alegórico en el que la Fama, escurridiza, se enamora del joven dramaturgo dejándose llevar por los consejos de sus tres lacayos, Chisme, Dato y Mito, el montaje nos llevan a un tour por la obra del maestro de la comedia francesa clásica.

Al contrario que Shakespeare, que aborda los grandes temas de la vida y crece en sus frases y sus figuras poéticas, Molière vive más en sus personajes y en su fina disección social. Así, Tato y Cáceres -léase, dos de los muchos corazones de Ron Lalá– prefieren en este divertido repaso a sus comedias dar más peso a los retratos y los argumentos, enredos deliciosos que hoy aún hacen sonreír y reconocerse a la sociedad europea, sin que nos asomemos en exceso a sus versos.

Vive Molière ofrece una galería de arquetipos magníficos y míseros: el paradigma del hipócrita y el fariseo que protagoniza Tartufo, el roñoso Harpagón de El avaro, que se adelantó al Scrooge dickensiano, las ridículas burguesas Magdelon y Cathos, todo apariencia y afán por medrar socialmente -hoy serían tiktokers o instagramers-, su Don Juan, su Jourdain de El burgués gentilhombre, otro que trata de escalar socialmente desde la ignorancia, el celoso patológico de Sganarelle o El cornudo imaginario… 

Estamos ante una obra nueva, ambiciosa, en la que la soltura del verso del dramaturgo y poeta español se mide a la de Molière sin miedo ni complejos

Pero Tato va más allá y lo hila todo con verso propio. Estamos ante una obra nueva, ambiciosa, en la que la soltura del verso del dramaturgo y poeta español se mide a la de Molière sin miedo ni complejos. Tiene callo: lleva haciéndolo con Ron Lalá en la última década larga con magníficos resultados. Es de los pocos autores contemporáneos que mantienen el verso vivo en el teatro actual, entendido vivo no como recuperado, sino como creado. Sus líneas entre Fama y sus lacayos o entre Moliére y la diosa son ágiles y tan divertidos o más que los extractos molierescos.

Cáceres juega con toboganes mundanos para llevarnos a las alturas, transforma a su reparto, con la ayuda del vestuario de Tatiana de Sarabia, en ridiculísimas burguesas, avaros y tartufos, haciendo de un par de taburetes sendos espacios en los que desarrolla en un visto y no visto la trama de La escuela de las mujeres, o componiendo prisiones, palacios y hogares con un par de grandes marcos.

El montaje combina música y texto con una propuesta que tiene en Marta Estal un teclado y voz barrocas que acompañan de forma hermosa a la comicidad del resto. Fenomenales y muy divertidos, Kevin de la Rosa, Juan de Vera y Mario Portillo dan vida a los lacayos de la diosa y a buena parte de los personajes del corpus de Molière y el propio Portillo encarna al dramaturgo, y Laura Ferrer se mete en la piel de Fama, además de otros personajes, con un despliegue de humor y recursos. Una compañía joven y rebosante de talento.

Laura Ferrer se mete en la piel de Fama, además de otros personajes, con un despliegue de humor y recursos. Una compañía joven y rebosante de talento

Con acrobáticas líneas y respuestas, el espectador asiste a una biografía que bebe de esas tres fuentes mencionadas con las cartas sobre la mesa: los datos contrastados, los chismes que ya entonces circulaban sobre su vida y los mitos que han quedado. Jean Baptiste Poquelin, nuestro autor, fue el hijo del tapicero real. La historia quiso que le llamaran las letras, pese a la oposición paterna. Sus primeros fracasos, su paso por prisión a causa de las deudas, sus triunfos palaciegos, sus amores, matrimonios, el éxito… Un viaje al París del siglo XVII, retratado por un hombre que entendió la sociedad de su momento y supo dejar sus miserias en paños menores.

La vida de comediógrafo transcurre en el montaje entre idas y venidas de la voluble fama. En algún caso, deja la puerta abierta para que sea el propio espectador el que saque sus conclusiones: ¿murió realmente Molière sobre el escenario interpretando El enfermo imaginario vestido de amarillo, de ahí la proverbial aversión a este color de las gentes de Talía, o lo hizo en su cama, siendo lo anterior toda una fake news de la tradición teatral? Qué más da. Dato, chisme y mito, Molière, como le sucede a Shakespeare -otro gran autor del que quedan mil incógnitas sin resolver, empezando por su verdadero rostro- es hoy sus obras y lo que estas son capaces de transmitirnos. Y, a la vista de este montaje, tiene vida para rato.


Autor: Álvaro Tato. Dirección: Yayo Cáceres. Escenografía: Ay Teatro y Tatiana de Sarabias. Vestuario: Tatiana de Sarabia. Música original: Yayo Cáceres. Arreglos: Yayo Cáceres y Marta Estal. Iluminación: Miguel A. Camacho. Intérpretes: Kevin de la Rosa, Juan de Vera, Marta Estal, Laura Ferrer, Mario Portillo.  Teatro de la Abadía  (Sala Juan de la Cruz). Madrid

Estrellas Volodia

3 respuestas a «París bien vale una risa»

  1. Maravillosa y muy trabajada obra ” Vive Molière” q t trasporta al Paris y al Molière d la época..sobrado mérito d la memoria y agilidad d los actores además d su encomiable presencia escénica..Álvaro Tato..ingenio e inteligencia sabe sacar la esencia en rima d los grandes con mérito propio…y la dirección ágil, escénica. Elegante y graciosa d los actores q sabe escenificar muy bien…una obra muy recome dable y d gran valor cultural

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