Casa tomada

YO, EL HEREDERO

Como en El ángel exterminador o en Casa tomada, los personajes de Yo, el heredero se ven desbordados por una fuerza imparable. La diferencia estriba en su humanidad: alejado de lo sobrenatural, el bufón italiano Eduardo de Filippo se sacó de la manga el genial personaje de Ludovico Ribera. Este maestro del gorroneo, ejemplo para advenedizos y campeón del chantaje, colecciona los mejores diálogos de un extraño drama de denuncia social disfrazado de comedia escrito en 1942. Ribera, o Próspero II, como él mismo se autotitula, desembarca en un hogar burgués en el Nápoles de entreguerras para «heredar» el puesto de mantenido que dejó su padre, quien vivió tres décadas a la sombra de la familia Selciano.

El director napolitano Francesco Saponaro demuestra conocer bien el espíritu de su paisano De Filippo y traslada con cercanía el texto, si bien su concepción escénica

Ribera irá tomando la casa hasta acabar con el orden del pequeño universo familiar. Ingeniosa crítica de la caridad mal entendida, a De Filippo se le ve el plumero con un antihéroe que no es mejor que sus benefactores y una idea graciosa, pero agotada más allá de su premisa y de alguna que otra divertida disquisición. El director napolitano Francesco Saponaro demuestra conocer bien el espíritu de su paisano De Filippo y traslada con cercanía el texto, si bien su concepción escénica, apoyada en una exquisita pero sobria escenografía de Andrea D’Odorico, resulta algo conservadora para un texto que permite nuevas lecturas.

Un reparto correcto y sin estridencias –a destacar el atribulado Amedeo de José Luis Seda, la energía de Yoima Valdés y los cómicos criados de Nanatalie Pinot y José Luis Martínez– acompaña al protagonista absoluto, el heredero, éste sí, totalmente estridente. Pero es que Ribera es una criatura «bigger than life»: ex contrabandista, marino, vividor, payaso, seductor, matón y caradura, fue concebido como un terremoto cómico. Y, así visto, Ernesto Alterio lo cuadra en una interpretación excesiva y barroca con un extrañísimo acento entre argentino y «vayaustedasaber». Así visto, claro…


Autor: Eduardo de Filippo. Director: Francesco Saponaro. Escenografía:Andrea D’Odorico. Intérpretes: Ernesto Alterio, José Manuel Seda, Concha Cuetos, Natalie Pinot, Mikele Urroz, Yoima Valdés. Teatro María Guerrero. Madrid.

Crítica publicada originalmente en La Razón, recogida en Notas desde la fila siete (Septiembre 2011).

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