QUEEN LEAR
Allí donde Shakespeare coronó a un rey, Natalia Menéndez lleva al trono a una reina. Nada extraño, nada fuera de lugar en esta apuesta inteligente y fiel al espíritu del original que es Queen Lear, un espectáculo vibrante y magnético en el que su actriz principal, Mona Martínez, emana poderío y buen hacer, pero en el que acaso la mejor sorpresa sea la de algunas de las voces más jóvenes. Cabalgando en la tendencia de puesta al día de los clásicos en el terreno del género, esta “reina”, firmada por Juan Carlos Rubio y la propia Menéndez, gana las principales batallas del escenario, aunque para ello sacrifique en momentos la literalidad y reinvente pasajes y finales. Pero he ahí la magia del teatro.
Rubio y Menéndez no sólo transforman al Rey Lear en la Reina Lear, lo cual al cabo es lo de menos, sino que rehacen el orden de las escenas, cortan y pegan de aquí y allá, eliminan diálogos y escenas -reducido el dramatis personae apenas a la reina, sus hijas, Kent y el Rey de Francia- y nace un nuevo texto finalmente que, sorprendentemente, sigue siendo El Rey Lear. O al menos “otro” Rey Lear, uno intenso que contiene las mismas esencias: la certeza de que hechos -y no palabras- son amores, un fresco cruel sobre la severidad del padre que no escucha, la ingratitud de los vástagos -cría cuervos, dice el refrán- y, finalmente, la lealtad por encima de todo, en una suerte de parábola de la hija pródiga.
El nuevo texto también reinventa el final de Shakespeare en un giro en parte feliz y acorde a la corrección política. Todo ello, en cualquier caso, no empaña el resultado: dos horas de estupendo teatro en el que estructura, mensaje, propuesta visual e interpretación, alejándose algunos pasos del original, aciertan a transmitirlo con fuerza y eficacia.
Cuatro actrices sostienen este montaje, las cuatro con gran talento. Mona Martínez, en la piel de Lear, tiene la presencia y voz de uno de esos grandes personajes que se saben por encima del bien y del mal. Su Lear es una mujer de una pieza en sus momentos de majestad y patético cuando cae en desgracia.
Mona Martínez, en la piel de Lear, tiene la presencia y voz de uno de esos grandes personajes que se saben por encima del bien y del mal. Su Lear es una mujer de una pieza en sus momentos de majestad
Como decía al comienzo, sin menoscabo de la protagonista, me sorprendió quizá más ver a actrices menos conocidas, para mí al menos, en papeles complejos pero rebosantes de ingenio. El de Cordelia es a menudo un personaje incómodo: la mosquita muerta, la hija buena. Amaia Sagasti lo encarna con precisión y va creciendo. Más sabrosos son incluso en este montaje Goneril y Regan, a las que dan vida respectivamente Sara Rivero y Marta Guerras. Tienen ambas algo de brujas, de seres de oscuridad, entregadas al desenfreno y la vida, que cae un poco en el tópico pero a la vez resulta atractivo, libre y enérgico. Guerras, cuya Regan es la artífice de la traición, maneja recursos expresivos, gestuales y físicos que la hacen dueña del escenario cada vez que sale a escena. Muy bien también el Edmon, noble bastardo y traicionero, que interpreta Lander Otaola.
Menéndez alterna a lo largo de la función escenas de tranquilidad y atención a la palabra, diálogos y monólogos en los que cede el protagonismo a sus intérpretes, con otras en las que se ve al creador estético, con fiestas rockeras y, sobre todo al final, proyecciones audiovisuales que generan atmósferas poéticas. El resultado es un montaje de gran belleza y fluidez en el que en ningún momento se echa en falta al viejo Lear ni a la ortodoxia ‘shakespeareana’.
Autor: Juan Carlos Rubio, con la colaboración de Natalia Menéndez, a partir de El Rey Lear, de Shakespeare. Dirección: Natalia Menéndez. Intérpretes: Mona Martínez, Beatriz Argüello, Sara Rivero, Amaia Sagasti, Marta Guerras, Lander Otaola, Alberto Jo Lee. Movimiento escénico: Mey‐Ling Bisogno. Espacio escénico: Alfonso Barajas. Iluminación: Luis Perdiguero. Vestuario: Alberto Valcárcel. Espacio sonoro y música: Luis Miguel Cobo. Videoescena: Pedro Chamizo. Teatro Español (Sala Principal). Madrid.