Declan Donnellan: arde Troya

TROILUS & CRESSIDA

No deja de ser curioso que coincidan este verano en las Naves del Matadero de Madrid, casi seguidas en el calendario, dos versiones de lo que podría llamarse “ciclo troyano”, aunque tengan poco que ver entre sí: la primera, que acaba de cerrar su gira tras pasar por el Festival de Almagro, es la impresionante recreación de un clásico de Shakespeare, Troilus & Cressida (Troilo y Crésida), a cargo de un experto en el teatro isabelino, Declan Donnellan, con su compañía inglesa, Cheek by Jowl; la segunda, que llegará dentro de poco procedente del Festival de Mérida, es Las troyanas, el clásico griego de Eurípides que Mario Gas ha revisado en clave de grito contra la guerra, todas las guerras en realidad, convirtiendo a los vencedores en soldados uniformados que recuerdan a marines norteamericanos.

Mientras que Troilo y Crésida sirve como amena y brillante relectura de la Iliada, con todos los protagonistas de la célebre contienda unidos en escena, Las troyanas retrata el momento en que Troya ha sucumbido al engaño del famoso caballo de madera y es consumida por las llamas, con las viudas y madres de los vencidos lamentado su dolor. Pero volvamos a Shakespeare, a este episodio que a menudo no aparece catalogado entre los “grandes” textos del bardo inglés. Una injusticia literaria e histórica, ya que estamos ante un texto vibrante, magistral, repleto de algunos de los mejores hallazgos y diálogos del autor –con momentos inolvidables, como alguno de los consejos que el astuto Ulises da a Agamenón y a Aquiles–.

Asistimos al asedio de la ciudad por parte de las tropas aqueas de Agamenón, Menelao, Néstor, Ulises, Ájax y Aquiles, con sus mirmidones y su amado Patroclo

Shakespeare resume, utilizando como excusa la historia de amor entre el príncipe troyano del título y la hija del sacerdote Calcas, los momentos cumbre de una guerra que, según muchos historiadores, fueron en realidad varias que se desarrollaron a lo largo de décadas. Así, asistimos al asedio de la ciudad por parte de las tropas aqueas de Agamenón, Menelao, Néstor, Ulises, Ájax y Aquiles, con sus mirmidones y su amado Patroclo. Del otro bando, resisten el heroico Héctor, sus hermanos Héleno, Troilo, Déifobo, su primo Eneas y, por supuesto, Paris, causante de la guerra al raptar a la bella Helena. La acción concluye con la muerte de Héctor, preámbulo de la derrota final que habría de llegar, a manos de Aquiles.

"Troilus & Cressida", de Shakespeare, por Cheek by Jowl. Dirección: Declan Donnellan. Matadero-Naves del Español (Madrid). 2008

Convertido, para bien, en habitual de nuestros escenarios en los últimos años, Declan Donnellan ha llegado este verano con tres propuestas a España: la magnífica Noche de reyes (Twelfth Night), interpretada en ruso por la compañía «B» de la Cheek by Jowl que el británico mantiene en Moscú; Andrómaca, de Racine, en francés; y este Troilus & Cressida, a cargo de su compañía principal y en inglés. En los dos años anteriores algunos afortunados pudieron catar su talento en la inquietante y oscura The Changeling y en Cymbeline. Esperemos que siga su idilio con España y en especial con Madrid, porque, a riesgo de parecer hiperbólico, la forma de entender los clásicos de Donnellan y su compañía ha regalado al público español algunos de los mejores momentos vividos en un teatro en los últimos tiempos.

Escueta, limpia, casi inexistente, la escenografía de su habitual colaborador –y cofundador de la compañía– Nick Ormerod, se reduce a unos cortinajes rectos que cuelgan a ambos lados del escenario con elegancia, permitiendo imaginar en ellos, y tras ellos, palacios y campamentos de campaña, según se desarrolle la acción a uno u otro lado de las murallas. En esa dualidad, como si obligara al público a elegir, Donnellan rompe el fondo de la escena y sitúa al respetable a los dos flancos del escenario. El resto es una hábil iluminación, una bella música y una buena ración de imaginación y sabiduría escénica.

La forma de entender los clásicos de Donnellan y su compañía ha regalado al público español algunos de los mejores momentos vividos en un teatro en los últimos tiempos

Y, claro está, un soberbio trabajo actoral. Donnellan imagina a uno y otro bando como soldados de ambigua procedencia, aunque sin duda contemporáneos: más que politizar, como tienden a hacer algunos directores en nuestro país, prefiere que sean perros de presa, duros agentes de la ley, al estilo de antidisturbios o esuadrones de la muerte. El efecto es demoledor, y al inglés le sobra ingenio para jugar con ello en esta falsa tragedia, con tintes de farsa, que Shakespeare escribió entre 1601 y 1602 para desmitificar los ideales heroicos con una historia de amores, celos y engaños.

Por eso, no extraña que Donnellan convierta al bufón Tersites en un travesti o al zorro Ulises en un oficial que recuerda vagamente a Goebbels, con cincho cruzado y pequeñas gafas redondas. Todo es juego, todo es burla, todo es una gran sátira en la que guerra y amor se mezclan sin vencedores, pero sí con vencidos: el bien, la humanidad y el honor, saboteado por la brutalidad.

Todo es juego, todo es burla, todo es una gran sátira en la que guerra y amor se mezclan sin vencedores, pero sí con vencidos: el bien, la humanidad y el honor, saboteado por la brutalidad

Todo esto lo interpreta con grandeza un reparto experto que cuida el verso, que ama la lengua en que escribió Shakespeare, que es la suya (¡qué grato resulta siempre oír un texto del de Stratford en su idioma si es una buena compañía la que lo hace posible!) y que demuestra, en definitiva, el gran nivel actoral de las islas, confirmado en otras ocasiones en nuestro país por la Royal Shakespeare o el Barbican Theatre, entre otros.

Brillan casi todos, aunque es obligado destacar el esfuerzo mimético de Richard Cant en su Tersites y los Aquiles y Ajax, casi un par de “hooligans”, de Paul Brennen y Laurence Spellman, respectivamente. También los dos protagonistas, Troilo y Crésida, llenos de frescura, que interpretan los jóvenes Lucy Briggs-Owen y Alex Waldman, o los superficiales Helena y Paris, convertidos en estrellas mediáticas y caprichosas, de Marianne Oldham y Oliver Coleman. Aunque sería injuto no mencionar el alcahuete Pándaro, al que da vida con mucho humor el veterano David Collings, o el Ulises de Ryan Kiggell… Son muchos y habría que escribir de todos con detenimiento. Valga por toda la compañía el aplauso, y por su director, que ha hecho sin duda que Troya arda en escena con un fuego difícil de apagar.


Autor: William Shakespeare. Dirección: Declan Donnellan. Espacio escénico: Nick Ormerod. Vestuario: Angie Burns. Compañía Cheek by Jowl. Intérpretes: Anthony Mark Barrow, Paul Brennen, Lucy Briggs-Owen, Richard Cant, David Caves, Oliver Coleman, David Collings, Gabriel Fleary, Mark Holgate, Damian Kearney, Ryan Kiggell, Tom McClane, Marianne Oldham, David Ononokpono, Laurence Spellman, Alex Wadmann. Matadero-Naves del Español. Madrid, 26-VII-2008.

Crítica publicada originalmente en La Razón, recogida en Notas desde la fila siete (Julio 2008).

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