LAS CRIADAS
Es arriesgado, pero se puede aventurar –sin haber llegado a conocerle– que el espíritu arrabalero que fue Jean Genet, el ave de jaula marginal que salió de una infancia compleja para nadar en el barro hasta volver a emerger, habría sentido afinidad por las Claire y Solange de esta enésima revisión de su poderoso y complejo grito de clases, Las criadas.
Dejó escrito que ambas, así como la señora, debían ser interpretadas por hombres. Pero ha llovido desde entonces y han sido muchos los montajes que lo han abordado con un giro de género; esto es, con actrices como protagonistas. Además, el iconoclasta Genet quizá habría aplaudido un ejercicio que implica saltarse las normas, aunque éstas lleven su firma. Sobre todo si el resultado es brillante, como éste.
Pablo Messiez es un director que empieza a acostumbrarnos a esperar lo mejor y, de momento, no defrauda, caminando por terrenos estéticos y conceptos teatrales similares a sus espectáculos anteriores. Si antes bebió libremente de Galdós en la vibrante Los ojos, aquí opta por cederle protagonismo a Genet, si bien no sitúa al texto original en un altar.
Desprovistas de glamour, Messiez las hermana con habilidad y todo resulta actual, cotidiano, casi costumbrista, lo cual no deja de tener mérito en un texto tan existencialista
De origen argentino, como su reparto –aunque es una producción de La Zona, con ayuda del Festival de Otoño en Primavera, y todos llevan ya años en Madrid–, Messiez acerca la expresividad, los giros y los modismos, al castellano de su país. Es una hermandad lingüística y estética lógica: sus criadas son mucamas, chachas que solía decirse, empleadas domésticas si prefieren, cuyo uniforme es un chándal y una camiseta sudorosa, dos criaturas de las «villas» de Buenos Aires, pero también de la periferia de cualquier gran ciudad europea; dos jóvenes instaladas en el fracaso que bailan al son de éxitos de radiofórmula. Desprovistas de glamour, Messiez las hermana con habilidad y todo resulta actual, cotidiano, casi costumbrista, lo cual no deja de tener mérito en un texto tan existencialista y alejado de la calle.
El director logra así que Fernanda Orazi y Bárbara Lennie funcionen como un ente único, unas siamesas de diferentes personalidades pero igual talento. Las dos brillan de principio a fin –ambas están en momentos de esplendor artístico–, convirtiendo en un juego casi adolescente el ritual macabro con el que simulan y preparan el asesinato de la señora. La entrada de Tomás Pozzi, vestido de raso dorado y diadema en la cabeza, aporta un humor brutal y efectivo. Su tendencia al exceso hace que por momentos se le vaya la mano con la comicidad, pero no es menos cierto que sabe ser una mujer muy mujer, una señora muy señora, sin resultar afectado. Juntos, logran que estas «Criadas» emocionen, convenzan y propongan cómo innovar con Genet en el siglo XXI.
Autor: Jean Genet. Adaptación y dirección: Pablo Messiez. Intérpretes: Fernanda Orazi, Bárbara Lennie, Tomás Pozzi. Iluminación: Alfonso Ramos. Sala Cuarta Pared. Madrid.
Crítica publicada originalmente en La Razón, recogida en Notas desde la fila siete (Mayo 2012).