El canon de los musicales

LOS MISERABLES

Los miserables celebra estos días veintincinco años de éxito en Londres, la ciudad donde se estrenó el 8 de octubre de 1985 la ambiciosa apuesta del productor Cameron Mackintosh y el director Trevor Nunn, basada en la monumental novela de Victor Hugo -inevitablemente masacrada, dada su extensión, aunque extractada su esencia con acierto-, y a la que Claude-Michel Schönberg puso música con maestría. En la capital británica han llegado a coincidir hasta tres versiones -dos producciones y una en concierto-, prueba del fervor que causa el que, probablemente, es el musical de más éxito de las últimas décadas. Las cifras hablan: 56 millones de espectadores lo han visto en todo el mundo, incluida España, donde una más que digna producción recaló, en el Nuevo Apolo, en 1993.

Con estos precedentes, insistir a estas alturas en alabar la calidad del título que ahora regresa a Madrid puede parecer ocioso. Pero han pasado más de tres lustros y una nueva generación quizá desconozca que existe otra manera de hacer musicales. Porque ésa es la principal lección de un espectáculo perfecto como es «Los miserables». La mayoría de los musicales que se hacen en España (siempre hay excepciones, pienso, por diferentes valores, en Sweeney Todd o El fantasma de la ópera) languidecen frente a lo que debiera tomarse como canon del género: Los miserables lo tiene todo. Para empezar, su concepto fundacional, en el que se opta por una historia cantada de principio a fin, sin recitados. No se da gato por liebre, como en tantos musicales demasiado «hablados».

‘Los miserables’ lo tiene todo. Para empezar, su concepto fundacional, en el que se opta por una historia cantada de principio a fin, sin recitados. No se da gato por liebre, como en tantos musicales

En esa continuidad musical, de gran calidad media, hay enormes temas, como Otro día se va (At the end of the day), La canción del pueblo (Do you hear the people sing) y Soñé una vida (I dreamed a dream); y, si bien el drama y la tragedia priman en el tono de esta historia de desposeídos en la Francia post napoleónica, cuando asoma el humor lo hace de forma brillante, como en el número del amo del mesón (Master of the house), cinco minutos de inolvidable picaresca. Hay además una historia grandiosa en la que desfilan crimen y castigo, redención y odio, obsesión y justicia, amor y mensaje social. La obra de Hugo no es un folletín romántico, sino prosa mayúscula y un inteligente retrato de su época.

Otro factor es la concepción escénica, que apuesta por la espectacularidad, con enormes barricadas móviles en el momento más recordado. Aunque no son lo único: el montaje es un viaje de pueblos de campiña como Digne a Montreuil-Sur-Mer y los callejones de París. La versión que llega a Madrid es una nueva producción construida en buena medida con la original, aunque con llamativas modificaciones, como los telones de fondo creados con las pinturas que el propio Victor Hugo realizó.

Soberbia elección la de Gerónimo Rauch para Jean Valjean: no sólo actúa bien y tiene un chorro de voz, sino que le pega el papel del proscrito, un hombre fuerte y honrado que trata de rehacer su vida

En cuanto al reparto español, ni una objeción. Soberbia elección la de Gerónimo Rauch para Jean Valjean: no sólo actúa bien y tiene un chorro de voz, sino que le pega el papel del proscrito, un hombre fuerte y honrado que trata de rehacer su vida después de dos décadas de injusta prisión; un héroe trágico que renace en nuevas identidades tras debatirse entre el odio a la sociedad y el perdón, siempre perseguido por el implacable Javert. Ignasi Vidal está igualmente redondo en la piel del policía, y sobrecoge en sus dos canciones en solitario.

Las voces de Lydia Fairen (la picarilla enamorada Eponine), Talia del Val (la joven Cosette), Virginia Carmona (la malograda Fantine), Gudio Balzaretti (el idealista Marius) y Daniel Diges (el cantante de Algo pequeñito se reinventa como el líder revolucionario Enjolras) están igualmente a la altura en un reparto sin fisuras que redondea el dúo cómico del inmoral matrimonio Thenardier, papeles golosos que no desaprovechan Enrique R. del Portal y Eva Diago.

Habrá quien compare. Dirán que hay producciones más espectaculares. O que las voces de la de 1993, casi operísticas, eran mejores. Y puede que sea cierto. Pero es buscarle los tres pies al gato: estamos ante un enorme musical, una joya comparado con la media del género. Disfrútenlo esta temporada: tiene fecha de salida en julio.


A partir de la obra de Víctor Hugo. Música: C. M. Schönberg. Letra: H. Kretzmer / A. Boublil (francés). Traducción: A Más Riera. Directores: L. Connor y J. Powell. . Intérpretes: G. Rauch, I. Vidal, E. R. del Portal, G. Balzaretti, L. Fairen, V. Carmona, E. Diago, D. Diges, T. del Val… Escenografía: M. Kinley. Vestuario: A. Neofitou. Teatro Lope de Vega. Madrid.

Crítica publicada originalmente en La Razón, recogida en Notas desde la fila siete (Noviembre 2010).

 

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