UN TERCER LUGAR
Filosofía: amor al conocimiento. ¿Cómo diríamos amor al amor? No sé si hay alguna palabra griega que lo defina. Buscando he encontrado un término contemporáneo, limerencia, aunque creo que no es exactamente lo mismo. En fin, como sea. De todo eso, amor al conocimiento y amor al amor, habla Un tercer lugar, el nuevo montaje que ha escrito y dirige Denise Despeyroux. Y también de amor a Madrid, y en concreto, a un barrio, Usera.
Tiene lógica: Un tercer lugar nace de una obra de creación colectiva, Historias de Usera, que propició la sala Kubik Fabrik. Despeyroux ha desarrollado su aportación en una obra con aliento propio, quince escenas de vidas cruzadas, las de seis personajes perdidos en un mar de amor, deseando amar, encontrando el amor y huyendo del amor. El resultado -y lo digo sin segundas de ningún tipo- es una obra realmente amorosa. Es decir: tierna en el mejor de los sentidos, el de esa ternura tan alejada de lo cursi y tan cercana a lo humano. También profunda y elegante, tanto en su mirada como en su puesta en escena, que firma la propia Despeyroux, de forma sencilla, bella y ágil.
Juega Despeyroux con sombras y canciones, aunque el elemento principal de su apuesta visual es una escenografía de Eduardo Moreno que lo confía casi todo a una gran estantería en diagonal repleta de esas cosas que forman una vida: libros, acuarios, recuerdos, más libros… Todo tendrá su razón de ser en un texto que recorre pisos, despachos, bibliotecas públicas y restaurantes chinos.
Ah, casi se me olvida: Un tercer lugar es además muy divertida.
Sí, hablamos de una comedia muy al estilo de casi todo el cine de desencuentros del primer Woody Allen. Podría ser un Manhattan del siglo XXI si no fuera porque es Usera y no Manhattan donde transcurre y su autora una uruguaya adoptada hace años por Madrid y no un neoyorquino neurótico.
“Hablamos de una comedia muy al estilo de casi todo el cine de desencuentros del primer Woody Allen. Podría ser un Manhattan del siglo XXI si no fuera porque es Usera y no Manhattan”
Aunque la neurosis tiene sus momentos en este pequeño vals urbano con amantes desquiciados y tipos obsesivos -muy divertido Giovanni Bosso– secretamente enamorados de su vecina (Vanessa Rasero, entregada y atribulada). En la vida real, a este “Amelie” desamparado, sin gnomos de jardín pero con maqueta de la casa de su sueños, le denunciarían por acoso. Despeyroux no acude al diván freudiano de Allen, pero sí a las citas lacanianas, en boca de la abogada Carlota.
Entre la búsqueda incesante del amor se cuelan toneladas de prosa barroca bien utilizada: dos de los personajes, los que interpretan con un alarde de entrega y carisma Jesús Noguero y Lorena López, redondos ambos como Tristán y Matilde, son almas complejas que gustan de excederse en su verbo. Y ahí está la gracia: cuando ambos se conocen en un teatro -la sala Kubik, cómo no- en una escena que es todo un homenaje a Daniel Veronese, saben que han encontrado a su media naranja. Y el público comparte esa convicción.
“Tristán y Matilde, son almas complejas que gustan de excederse en su verbo. Y ahí está la gracia: cuando se ambos se conocen en un teatro saben que han encontrado a su media naranja”
Si están pensando que ésta es otra obrita tontorrona de chico-conoce-chica, no cambien aún de página: Despeyroux nos lleva también de viaje a recorrer una pequeña historia de la filosofía. Ya ven, sí, se puede. Y eso que Les Luthiers nos habían hecho llorar de risa con los absurdos del ligoteo erudito en su Cumbia Epistemológica. Nada más cargante que un tipo en una barra de bar hablando de Kant. Pero las ideas de Hume, Berkeley y Wittgenstein empapan con fluidez y humor la más socrática de las relaciones de la pieza, interpretada con un talento que desarma cualquier crítica por Pietro Olivera y Sara Torres: a Ismael, un florista que no ha abierto un libro en su vida, lo han despedido, y va a enamorarse, son las cosas del querer, de la abogada que representa a la empresa y que abrirá, no sin una pizca de mala leche al comienzo -un necesario apunte social aquí de la autora en época de despidos-, dos universos nuevos en su vida: el amor y el conocimiento.
“Despeyroux construye con cabeza sobre dramaturgias arquitectónicas. La mejor arma de su texto es su propia progresión y su visión teatral”
La prosa de la uruguayo-madrileña -después de este canto de amor a Usera, casi mejor la madrileña a secas- prescinde de florituras innecesarias, salvo en los pasajes de Matilde y Tristán, los amantes barrocos, claro. Al revés, Despeyroux construye con cabeza sobre dramaturgias arquitectónicas. La mejor arma de su texto es su propia progresión y su visión teatral. Ambas se daban también en esa otra delicia suya ambientada en una comisaría surrealista llamada Carne viva en la que ofrecía tres perspectivas confluyentes de un mismo hecho a lo Rashomon. Aquí su discurso va erigiéndose poco a poco desde el palamento y la escena, como ha hecho casi siempre el mejor teatro, y sacude al espectador al final: atención a la escena número quince. Aunque la precipitación en la escritura de ésta es lo que menos me convenció.
En cualquier caso, Un tercer lugar es un texto luminoso engarzado en un montaje a su altura. Una joyita sobre el amor y el azar que quizá no les cambie la vida (¿lo logra alguna obra?) pero que nadie debería perderse.
Autora y directora: Denise Despeyroux. Escenografía: Eduardo Moreno. Vestuario: Kym Barrett. Iluminación: Pau Fullana. Reparto: Jesús Noguero, Lorena López, Vanessa Rasero, Giovanni Bosso, Sara Torres, Pietro Olivera. Teatro Español (Sala Margarita Xirgu). Madrid.
4 respuestas a «La lógica del amor»