Rigola se quema

DÍAS MEJORES

Vaya por delante la admiración por cualquiera que se anima a jugar con fuego. Quien nunca lo hace, nunca se quema. Álex Rigola ha apostado desde sus primeros montajes por el riesgo y la originalidad. Es un buscador de lenguajes y, para bien y para mal, un provocador. La mera elección de un texto como Días mejores, del autor norteamericano Richard Dresser, le sitúa en el inconformismo.

Primero, porque esta sátira cruel es un bocado de realidad para el Occidente que aún cree ser el paraíso terrenal; segundo, porque en tiempos de crisis y desempleo, la historia de perdedores que dibuja Dresser -la publicó tras otra crisis, en 1991, y sigue plenamente vigente- nos dice que no estamos tan lejos, como sociedad, de acabar como Ray y compañía: prostituyéndonos, metidos en estafas piramidales, quemando coches para cobrar el seguro y venerando a sectas para alcanzar la Iluminación (o sea, la alienación).

Pero en el camino de excesos visuales, esta vez Rigola trivializa: los desechos humanos que son el iluminado Ray, el timador Phil, el débil Arnie, la ninfómana Crystal, la infiel Faye o el mafioso Bill ya tienen suficiente carga tragicómica en sus circunstancias. Y así lo entiende en general un buen reparto, con interpretaciones frescas, desde Lino Ferreira a Ana Otero o Ernesto Arias. Pero poco aportan las payasadas de Tomás Pozzi o las gamberradas de un director que debería saber que una cosa es tener un niño dentro y otra dejar que el niño se desmadre en escena. Y es una pena, porque, como casi siempre en Rigola, hay más de una idea interesante.


Autor: Richard Dresser. Traducción: Ignacio García May. Director: Alex Rigola. Intérpretes: Ernesto Arias, Irene Escolar, Lino Ferreira, Ana Otero, Tomás Pozzi, Marc Rodríguez. Teatro de La Abadía. Madrid.

Crítica publicada originalmente en La Razón, recogida en Notas desde la fila siete (Enero 2008).

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