Banderas, de ocho y medio a diez

COMPANY

Después de A Chorus Line, Antonio Banderas, sigue en la senda del musical con Company, otro título emblemático, esta vez del gran Stephen Sondheim, una obra que comparte algún punto en común con la anterior producción del Teatro del Soho Caixabank. Una nueva demostración de su talento como dinamizador cultural, productor y director. También de su madurez sobre las tablas, en un papel lleno de encanto, el del disperso Bobby, que tanto recuerda al del Fellini de 8 y 1/2 y que parece que le hubieran escrito a la medida. Un tipo del que es difícil no enamorarse o admirar su magnética candidez, mientras un buen puñado de estupendas canciones y de números divertidos retratan el alma de una ciudad.

Y es que nuestro actor más internacional se mete, de nuevo, en la piel de un director, como el protagonista de A Chorus line (sin contar su alter ego de Almodóvar en Dolor y gloria). Aunque no se dice de forma explícita en escena, con este título Sondheim se retrató a sí mismo: Company habla del momento vital de un hombre joven, triunfador, urbanita, querido por sus amigos, amado por las mujeres que lo rodean, a la deriva entre varias relaciones y con una especie de incompatibilidad con el matrimonio. Un tipo que, sin haber salido del armario aún -el compositor dio ese paso el mismo año en que estrenó este musical, donde ya se deja caer alguna indirecta-, aún se dejaba querer por unas y otras sin llegar a comprometerse con ninguna, en el marco de una sociedad, la neoyorquina “bien” e intelectual de los años 70, esa que retrató con tanto ingenio Woody Allen, en la que todas sus amistades, su círculo, esa “compañía” del título, pasaban por el altar.

Company habla del momento vital de un hombre joven, triunfador, urbanita, querido por sus amigos, amado por las mujeres que lo rodean, a la deriva entre varias relaciones

Si A Chorus Line tiene un inolvidable número musical final, algo que le falta a Company, en todo lo demás el musical de Sondheim es más sólido y completo. Quizá lo único que puede objetársele a esta historia es lo que tiene de circunstancial: sin el empaque de los clásicos, a los que los siglos ya han dotado de la necesaria distancia, a veces las costumbres de épocas más cercanas –Company se estrenó en 1970- chocan con los valores de hoy. Resulta algo conservadora esa preocupación casi absoluta del protagonista y su entorno por el matrimonio. Hoy contemplamos muchas otras rutas hacia la felicidad personal. Y las mujeres que rodean al protagonista, salvo Joanne, un personaje de bastantes quilates, no pasan de floreros. Pero, si se acepta el musical en su contexto, eso es exactamente lo que ofrecía y pensaba la América de los años 70. Y en gran parte el resto del mundo. 

Lorena Calero, Lydia Fairén y María Adamuz, en una escena de “Company”

 

Banderas, productor, director y protagonista, brilla en las tres facetas. Como productor, porque nos asomamos a un gran musical, de una ambición escenográfica afrontada con inteligencia: lo que le pudiera faltar en enormes decorados -al estilo de Los Miserables– lo suple en una hábil mezcla de elementos corpóreos, proyecciones y fondos luminosos que reproducen el skyline neoyorquino de mañana, tarde o noche, y desde luego no escatima en orquesta y otros medios, apostando por un reparto cargado de nombres de primera en el mundo del musical, desde Dulcinea Juárez a Sylvia Luchetti o Julia Möller. Como director, porque sabe hacer suya la dirección original de Harold Prince y la transforma en un producto dinámico y entretenido, en el que la inteligente traducción de Ignacio García May ayuda en gran medida a acercar una historia de Broadway al espectador español. El Banderas director juega con plataformas que rotan, coreografías sencillas ajustadas al reparto (nada acrobático, todo elegante, todo en su sitio para que uno más uno sumen tres) y una excelente iluminación.

Bobby tiene algo “peterpanesco”. Y sin duda el resto de personajes orbitan en torno a él como lo hacen los planetas alrededor del Sol. Pero se intuye un humor autoparódico en todo ello

Como protagonista, el malagueño universal sorprende con un voz de barítono que al menos quien esto firma no le conocía y una creación en plena madurez. Lejos queda no ya el efebo de La ley del deseo, sino incluso el vividor de Two Much o el justiciero de El Mariachi. Estamos ante un hombre que contempla la vida desde otra atalaya, consciente ya de su fugacidad. Por supuesto que el Bobby de Company tiene algo “peterpanesco”. Y sin duda el resto de personajes orbitan en torno a él como lo hacen los planetas alrededor del Sol. Pero se intuye un humor autoparódico en todo ello, como si Banderas en cierta manera se riera de ese amor desaforado que todos profesan al trasunto de Sondheim. Acaso el propio Sondheim se riera y se lamentara de sí mismo. Bobby es un hombre solo que, al cabo, huye de demonios personales y solo busca un amor de verdad.

Un reparto en plena forma acompaña al protagonista, con sólidas y divertidas interpretaciones, entre otros, de Lorena Calero, Javier Enguix, María Adamuz -una azafata sin muchas luces, estereotipada pero hilarante-, Lydia Fairén, Carlos Seguí, Paco Morales o una sobresaliente Marta Ribera, que borda un solo de gran fuerza.

Con Company, además, se ha reabierto el antiguo Teatro Albéniz, ahora parte del Umusic Hotel (marca hotelera nueva creada por Universal Music Group y Dakia Entertainment Hospitality Group). El nuevo espacio, a la manera de los casinos americanos, dará cabida a musicales y ciclos de conciertos: hay ya veinte noches programadas de David Bisbal. No sé si podemos hablar de un renacimiento teatral ni qué futura programación le espera al espacio, pero bien está que Madrid recupere uno de sus escenarios más céntricos y emblemáticos. Al menos, está abierto de nuevo y ha quedado remozado y vistoso, un teatro moderno que puede dar mucho de sí.


Música y letras: Stephen Sondheim. Libreto: George Furth. Dirección: Antonio Banderas. Producción y dirección original en Broadway: Harold Prince. Traducción libreto: Ignacio García May. Traducción letras: Roser Batalla. Orquestaciones: Jonathan Tunick. Director musical: Arturo Díez Boscovich. Coreografía: Borja Rueda. Escenografía: Alejandro Andújar. Iluminación: Juan Gómez-Cornejo y Carlos Toriijos. Vestuario: Antonio Belart. Sonido: Roc Mateu. Vídeo: Joan Rodón y Emilio Valenzuela. Intérpretes: Antonio Banderas, María Adamuz, Albert Bolea, Lorena calero, Javier Enguix, Laura Enrech, Lydia Fairén, Robert González, Dulcinea Juárez, Silvia Luchetti, Julia Möller, Paco Morales, Marta Ribera, Carlos Seguí.  Teatro Albéniz | Umusic Hotel. Madrid

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