Suspiros de España

TENGO TANTAS PERSONALIDADES QUE CUANDO TE DIGO ‘TE QUIERO’ NO SÉ SI ES VERDAD

Qué desgracia la de Max Aub: le tocó ser un tipo que no se casaba con nadie, que no creía ciegamente en la izquierda ni en la derecha, al que sus coetáneos convirtieron en un paria, un exiliado en todos los sentidos, comenzando por el geográfico, pero también el espiritual. Su patria le dolía. Y fue –ambas afirmaciones no son incompatibles– un apátrida nominal: procedente de familia alemana emigrada, habiendo nacido en París y crecido en Valencia, en aquella Europa de pre y posguerra todos le discriminaron y estuvo permanentemente desubicado. «Qué daño no me ha hecho en este mundo cerrado el no ser de ninguna parte», lamenta a través de una de sus criaturas que son virutas de palabras y retales de memorias deshechas. Quiso creer en su país –que fue España, no Francia ni el México de su exilio– pero su país no creyó en él. Es un gran acierto de Juan Carlos Pérez de la Fuente recuperar su memoria –hace años dirigió San Juan– nombrando en su honor una de las salas de Matadero y encargando un montaje que es suma de sus textos: Tengo tantas personalidades que cuando digo ‘‘Te quiero’’ no sé si es verdad.

Un espectáculo en el que, con acierto, el director Jesús Cracio ha sabido cifrar la melancolía y el desarraigo del autor de La gallina ciega, pero también el humor de un literato que bebió de Jardiel Poncela y Gómez de la Serna con sus Crímenes ejemplares, una forma cercana al esperpento de hablar de la violencia.

con acierto, el director Jesús Cracio ha sabido cifrar la melancolía y el desarraigo del autor de La gallina ciega, y el humor de un literato que bebió de Jardiel Poncela y Gómez de la Serna

Cracio se convierte en el maquinista de un viaje literario para llevar al espectador por las vías de los diarios de Aub, sus novelas y su teatro, seleccionando con inteligencia una muestra que define a un hombre polédrico que escribió sobre la vida, el amor y el desamor, las convicciones políticas, el arte…

Si los textos son hermosos y la puesta en escena también, se echa en falta un acercamiento más comprensible a su figura: lo fragmentario de este homenaje da por supuesto que el espectador conoce su obra, su vida y su drama personal. Pero hoy, por desgracia, hace falta explicar quién fue Max Aub. Con todo, el espectador atento intuirá lo que los textos nos cuentan del propio autor. ¿Cómo no entender al tipo cansado que llega en un extracto de la obra No ante un oficial de aduanas para ‘venderse’, como si fuera una mercancía, para poder entrar en EE UU? ¿O a la judía que se entrega físicamente al oficial alemán para ejercer la más resignada de las venganzas?

Cracio se convierte en el maquinista de un viaje literario para llevar al espectador por las vías de los diarios de Aub, sus novelas y su teatro, seleccionando con inteligencia una muestra

Cracio ha extraído un puñado de escenas de sus diarios, hiladas a ritmo de cabaret fragmentario en un montaje íntimo con pianista, Celia Laguna, que recorre sobre una plataforma móvil sonidos de cabaret, suspiros españoles, evocaciones nacionalistas, juguetones compases de Anton Karas y guiños a Brassens, bien cantados por un elenco que encabeza un Juan Calot que tiene técnica de veterana escuela –quizá parezca una tontería, pero vocalizar, proyectar, pronunciar, son hoy valores al alza–, en cuyo porte triste imaginamos a Aub sin dificultad.

Muy cabaretera, Miranda Gas tiene varias escenas de tronío: hay mucha frescura y emoción en la actriz. La mitad femenina del reparto brilla en la parte cómica de los Crímenes ejemplares, con una Carmen del Valle fabulosa y una Marta Belenguer también divertida, además de Gas, sin olvidar aportaciones de nota de Julián Ortega.

En este pasaje, construido con herramientas varias –teatro musical, metateatro en Comedia que no acaba, simbolismo…– encaja bien la estética elegida de maletas antiguas, gabanes, mesillas y dormitorios, con una vía central que parte en oblicuo el escenario y la vida de un autor que supo que hay tres clases de hombres: los que cuentan su historia, los que no la cuentan y los que no la tienen. Le faltó una: a los que no se la dejan contar.


Dramaturgia: Jesús Cracio, a partir de textos de Max Aub. Dirección: Jesús Cracio. Intérpretes: Marta Belenguer, Juan Calot, Marc Clotet, Miranda Gas, Julián Ortega, Carmen del Valle. Escenografía: Silvia de Marta. Luces: Pilar Velasco. Vestuario: Ana López Cobos. Coreografía: Marta Gómez. Piano: Celia Laguna. Naves del Español-Matadero Madrid. Madrid.

Crítica publicada originalmente en La Razón, recogida en Notas desde la fila siete (Junio 2015).

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