UZ: EL PUEBLO
Hay una serie de nombres que vienen generando admiración, nuevos dramaturgos cuya presencia parece garantía de debate y teatro interesante. De Alemania, Anja Hilling y Roland Schimelpfenning. De Inglaterra, Nina Raine… Muchos más, claro, pero para entendernos. Gabriel Calderón es otro de ellos. El uruguayo -con permiso de su compatriota Sergio Blanco– es desde hace tiempo uno de los “jóvenes autores” que no cesan de ser revelación. En nuestro país se le ha visto en piezas como Historia de un jabalí y Ana contra la muerte. A Matadero ha llegado ahora Uz: el pueblo, una comedia extraña que escribió cuando contaba solo 23 años y que ha montado Natalia Menéndez.
Según cuenta el propio autor en sus notas, al escribir esta pieza “me guiaban algunas premisas. La primera era saber: si a Dios le había llevado siete días crear el mundo, ¿cuánto le podía llevar a una fiel seguidora suya, destruirlo? Como segunda idea, se juntaban experiencias de lectura desordenada de la Biblia, en mi juventud, y aunque yo no fuera ni cristiano ni católico ni creyente, había quedado muy impactado por algunos relatos de ese libro de libros. El libro de Job, así como el sacrificio de Abraham en el Génesis, me habían impactado notablemente. Resonaban en aquellos momentos unas ideas de los nuevos ateos, entre los que se encontraban Hitchens, Dawkins y Onfray, dando argumentos una y otra vez sobre la responsabilidad de las religiones para permitir que una persona buena terminara, en nombre de Dios, cometiendo actos atroces”.
Un texto plagado de pecados de juventud que no se toma en serio a sí mismo. El género -comedia- no debería ser una carta en blanco para lo absurdo, lo burdo y lo ilógico
No suelo citar de forma tan extensa en una crítica, pero es importante tratar de entender la motivación del autor, al menos sobre lo escrito, porque poco de ello se traduce en escena en un texto plagado de pecados de juventud que no se toma en serio a sí mismo. El género -comedia- no debería ser una carta en blanco para lo absurdo, lo burdo y lo ilógico.
Se ve desde el comienzo la vinculación con los episodios bíblicos de Abraham o Job. En Uz, pueblo de familias modélicas, creyentes por supuesto, un buen día la protagonista, feliz esposa y madre de familia, escucha la voz de Dios en su cocina: para demostrarle su fe, deberá matar a uno de sus hijos. La premisa es poderosa. Lo que sigue, no. En vez de abordar las dudas, los temores, las contradicciones, prefiere jugar con el sinsentido de una asesina convencida que no acaba, torpemente, de poder llevar a cabo su misión
No seré yo quien defienda la corrección política, pero las bromas a costa de lo queer o la pederastia son de bajo vuelo. Calderón se echa al monte del exabrupto y el chascarrillo
En el camino, Calderón recorre con sus personajes lugares comunes. No seré yo quien defienda la corrección política, pero las bromas a costa de lo queer o la pederastia son de bajo vuelo. Calderón se echa al monte del exabrupto y el chascarrillo y la altura dramatúrgica nunca llega, cediendo su lugar a la sal gorda.
Puedo imaginar al dramaturgo, con 23 años, pasándoselo muy bien. Se puede entender el texto como una broma privada entre amigos. Que trascienda y cobre vida escénica es otro cantar. El montaje descarrila, por más que se apoye en la solvencia de una directora, Menéndez, curtida en todo tipo de plazas, o de un reparto donde no falta el talento, con Nuria Mencía, Pepe Viyuela y José Luis Alcobendas. La directora, no sé si obligada por el texto o por elección, deriva en el desenlace hacia el gran guiñol, con una tomatina sin la gracia o la tensión de los finales tarantinianos. Precisamente al final, ya cerrando la obra, vemos un rayo de luz: lo mejor del montaje lo reserva el dramaturgo para justo antes de caer el telón en un giro oscuro e inteligente. Pero llegar hasta ese momento de brillo obliga al público a una larga espera enfrentado a la inanidad.
Como sátira religiosa, a este Uz le falta profundidad teológica, no pasa de ser una digresión ligera. Como divertimento, le falta finura. Con perdón de la osadía, me atrevería a decir que si existe un Dios, puedo imaginármelo benévolo, no como el del Libro de Job. Un Dios que probablemente sabría reírse con las cosas de los hombres. Pero querría, eso sí, que las comedias fueran algo mejores que esta.
Infumable ….muy muy poco atractiva
Yo he aguantado 30 mt….
Varias personas se han ido antes