Arenas movedizas

YERMA

“He matado a mi hijo”, clama Yerma, cuando ha matado a su esposo. Ha aniquilado al futuro, claro, al hijo que ya no tendrá y que no podría tener de ninguna forma con un hombre estéril o impotente o, muy posiblemente, homosexual en una España profunda en que esas cosas no podían ser. Hay algo que la vincula con Medea y que es terrible e inconveniente en esta figura lorquiana de enorme poesía y rebeldía. Se han visto muchas Yermas en nuestra escena. Esta nueva de Juan Carlos Martel Bayod en el CDN, con producción del Lliure, tiene belleza en su base -una propuesta orgánica de arenas negras- y fuerza en su reparto, pero en algunos momentos parece que caminara no sobre tierra negra sino sobre arenas movedizas.

Esta producción del Teatre Lliure llega a Madrid tras su paso por Barcelona. La propuesta artística de Martel Bayod es de un ruralismo atemporal. Los figurines de Frederic Amat y Rosa Esteva, sencillos y bellos, con una Yerma inmaculada. El propio Amat firma el espacio escénico, que tiene caras y cruces. La arena es magnética, como las playas oscuras de Almería o las laderas volcánicas de Lanzarote. El director hace a su protagonista habitar permanentemente en el círculo central orgánico, que solo abandonará para sellar su trágico destino, en una suerte de liberación escénica de interesante resolución. Yerma es la mujer que rechaza su futuro con portazo trágico. “Yo he venido a estas cuatro paredes para no resignarme. Cuando tenga la cabeza atada con un pañuelo para que no se me abra la boca, y las manos bien amarradas dentro del ataúd, en esa hora me habré resignado”, sentencia. 

La propuesta artística de Martel Bayod es de un ruralismo atemporal. Los figurines de Frederic Amat y Rosa Esteva, sencillos y bellos. El propio Amat firma el espacio escénico, que tiene caras y cruces

Pero Amat suma unos cortinajes traslúcidos que cuelgan y giran sin cesar en torno a ese círculo central de tierra adusta. Hay momentos -el ritual de fertilidad de las mujeres- en que el director y el escenógrafo buscan una opacidad que poco añade o facilita a la comprensión de la escena o a su plasticidad. Viendo el raíl circular por el que rotan los velos, es inevitable distrarse pensando en una de esas cortinillas que rodean a las bañeras antiguas. 

"Yerma", de Federico garcía Lorca | Teatre Lliure

Algunos de los aspectos más poderosos y relevantes, además de muy interesantes, de esta Yerma, tienen que ver con la recuperación del folclore musical popular. Martel Bayod se inspira en una conferencia de García Lorca en la que habló de las canciones de cuna, y unas cuantas de estas composiciones populares que podrían ser de la época -Lorca escribe Yerma en 1934, entre Bodas de sangre, 1931, y La casa de Bernarda Alba, 1936, y que cierra su trilogía rural– están imaginadas en la música hermosa y recuperadora del productor y compositor Raül Refree en esta producción, entonadas por las mujeres y los hombres del pueblo, en un coro de lavanderas y pastores que Joan Amargós, David Menéndez, Bàrbara Mestanza, Marta Ossó, Isabel Rocatti y Yolanda Sey entienden e interpretan con buen hacer.

Hay ideas bellas y sabio teatro sembrado aquí y allí en el montaje: teatro de marionetas, con una manipulación artesanal para dar vida a los niños cantados, esos niños tan ausentes en la vida de Yerma. Hay carnavales de cintas coloridas y ritmos marcados con varas sobre el suelo que imprimen un poderoso fatum a lo que habrá de suceder más adelante. También alguna escena que clama al cielo: no comprendo que a estas alturas, habiendo acertado en el tono general, un montaje como este se lance a la gratuidad en el desnudo con una escena, la del macho y la hembra, tan rocambolesca, por más que se apunte a la sexualidad.

Hervás gana según avanza la obra en seguridad, en fuerza y en expresividad. Su Yerma convence: exhibe un repertorio de registros y recursos que la sostienen como una intérprete ambiciosa

María Hervás no defrauda. Su voz arenosa parece al comienzo no estar hecha para este tipo de papeles, pero gana la actriz según avanza la obra en seguridad, en fuerza y en expresividad. Su Yerma convence: aquella Iphigenia vallecana exhibe de nuevo un repertorio de registros y recursos que la sostienen como una intérprete ambiciosa.

Apuntalan también sus papeles con buen hacer teatral Joan Amargós (Juan), David Menéndez (Víctor) y, sobre todo, Isabel Rocatti, una “vieja” sabia y con ese punto de retranca y fatalismo que pide el papel. La vieja es la antítesis de Yerma, la solución buena, la salida no trágica: “He tenido dos maridos, catorce hijos, cinco murieron y, sin embargo, no estoy triste, y quisiera vivir mucho más”. Nunca he conectado del todo con esta tragedia, como sí lo hago con La casa de Bernarda Alba: allí, hay una carcelera y una prisión. Un destino al que es casi imposible escapar. En Yerma, la prisión es interior y la tragedia forzada. Ibsen lo solucionó mucho mejor. Aunque claro, otro final no habría hecho de esta pieza de Lorca el clásico contemporáneo que hoy es.


Texto: Federico García Lorca. Dirección: Juan Carlos Martel Bayod. Intérpretes: Joan Amargós, María Hervás, David Menéndez, Bàrbara Mestanza, Marta Ossó, Isabel Rocatti y Yolanda Sey. Espacio escénico : Frederic Amat . Iluminación: Maria Domènech. Sonido: Roc Mateu y Raül Refree. Vestuario: Frederic Amat y Rosa Esteva. Asesora de movimiento: Lali Ayguadé. Música original: Raül Refree. Caracterización: Ignasi Ruiz.  Teatro María Guerrero (Sala Principal). Madrid

Fotos: Pablo Llorente

Estrellas Volodia

2 respuestas a «Arenas movedizas»

  1. “Esta producción del Teatre Lliure llega a Madrid tras su paso por Barcelona, donde el papel de Yerma lo interpretó con poderío, según me cuentan, Camila Viyuela”
    Sr. Ayanz, se lo han contado mal. En Barcelona, Yerma fue interpretada igualmente por María Hervás.

    1. Gracias, Sr. Sanz. Mi fuente debió de liarse o yo escuché mal. Efectivamente en la web del Lliure es Hervás y no Viyuela quien hace de Yerma (Viyuela está, pero en el papel de María). Hubiera sido fácil contrastar antes… Nunca se deja de recordar la importancia de las lecciones de primero de periodismo. Corrijo en la crítica, gracias.

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