AVARICIA, LUJURIA Y MUERTE
Valiente, necesario y sorprendente Retablo valle-inclanesco el que ha programado el Centro Dramático Nacional, y que reúne las cualidades ideales en un teatro público: compromiso, autoría española –de un grande en este caso–, riesgo y puertas abiertas a una nueva generación de creadores. La idea funciona a la perfección: tres directores para tres de las piezas. Cada uno con su personalidad.
Ligazón, en manos de Ana Zamora, es un derroche de poesía escénica, de homenaje al teatro de legua, con sombras chinescas, juegos de carromato y canciones populares. Elena Rayos compone una Mozuela perfecta, frágil y éterea, junto a la Raposa y la Ventera, brujas que no necesitan escoba para volar alto, Gloria Muñoz y Manuela Paso.
Cuando el espectador está en una nube, llega una sacudida “kitsch” tremendamente divertida: al ritmo de Limón limonero, Alfredo Sanzol mete a Valle-Inclán en una taberna setentera con cortinillas de boliches de plástico y descaro farsesco: Lucía Quintana, genial Pepona, es una “femme fatale” racial, un pendón de la España profunda en La cabeza del bautista menos gallega de lo imaginable. Junto a ella, un Juan Codina brillante como el mísero Don Igi y un Jándalo depredador que parece salido de una telenovela encarnado con gracia por Juan Antonio Lumbreras.
El final es una traca de imaginación e imaginería: un viaje iconoclasta e irreverente que transforma La rosa de papel en un guiñol de carnes heridas entre el expresionismo y el cabaret, picante y excesivo
Estupendos todos, como los secundarios, habituales de la compañía de Sanzol, que repiten en la tercera parte de este tríptico. El final es una traca de imaginación e imaginería: un viaje iconoclasta e irreverente que transforma La rosa de papel en un guiñol de carnes heridas entre el expresionismo y el cabaret, picante y excesivo, cómicamente pornográfico, con un Julepe brutal en la carne de Marcial Álvarez. A su alrededor, la miseria humana hecha sombras en un reparto redondo. No se dejen engañar por el carácter de “breverías” de este montaje. Es gran teatro, de lo mejor de la temporada.
Crítica publicada originalmente en La Razón, recogida en Notas desde la fila siete (Mayo 2009).