LA VIDA ES SUEÑO
Declan Donnellan es un viejo conocido de los escenarios españoles. El director británico, uno de los grandes nombres internacionales, nos ha visitado en repetidas ocasiones desde hace décadas con su compañía, Cheek by Jowl. Que domina como pocos el repertorio inglés es conocido, ahí están sus Shakespeares canónicos y otros autores isabelinos y jacobinos. Sin embargo, apenas se ha prodigado en los clásicos españoles. Hace décadas, un Lope de Vega. Ahora llega con uno de nuestros textos imprescindibles, La vida es sueño, y, como no podía ser de otra manera, lo hace el toque personal, deconstructivo y humorístico del inglés. Una Vida es sueño que nos hace replantearnos la gravedad, la trascendencia, de Calderón, y disfrutar durante dos horas de una enorme y divertida farsa palaciega. Ya les advierto: puristas, no entren en esta cueva.
Esta coproducción entre Cheek by Jowl, LaZona y la CNTC levantó telón en el Teatro Lope de Vega de Sevilla antes de hacer parada en Madrid. Es un montaje en español, con reparto de aquí encabezado por un sólido y siempre solvente Ernesto Arias en la piel del rey Basilio: barba cana y papel de empaque para un “joven veterano” que ya tiene poso y mochila para hacer lo que sea.
Pero el secreto mejor guardado de un montaje que se vende con el nombre del director es el enorme talento de un actor cuyo Segismundo debería ser una consagración y una llave para abrirle puertas en el futuro: Alfredo Noval. Le había visto en El ángel exterminador, sin huella especial en la memoria. El vallisoletano es un intérprete de gran proyección gracias a Élite y otras ficciones de televisión. Después de ver su Segismundo, un raudal de energía, divertido y poderoso, un líder y un ser herido cuando el papel lo pide, será difícil no situarle. Arranca tartamudeando: el niño salvaje que no ha cultivado el habla al estar encerrado. Y crece el personaje a la vez que recupera expresividad y razón, junto a sinsentido y crueldad, primero, y bondad natural y buen juicio más tarde.
El secreto mejor guardado de un montaje que se vende con el nombre del director es el enorme talento de un actor cuyo Segismundo debería ser una consagración y una llave para abrirle puertas en el futuro: Alfredo Noval
Nos lleva Donnellan a una escenografía de puertas en línea, utilizada tantas veces -ahí montajes como Argelino, servidor de dos amos, de Andrés Lima, o la reciente Noche de Reyes de Helena Pimenta– y con las entradas y salidas construye una farsa, al ritmo de Carmen Miranda, en la que aspiraciones palaciegas -Estrella y Astolfo- y tensiones familiares -Clotaldo y Rosaura- se entremezclan en un carrusel cómico dirigido con una habilidad que tiene sello de autor. Quizá el único pero a la notable producción sea que para el espectador habituado a Donnellan haya ya poca sorpresa.
El cabaret del británico encuentra a su maestro de ceremonias en el Clarín superlativo de Goizalde Núñez, otro de los puntos fuertes del montaje. La actriz le toma el relevo a Blanca Portillo: si aquella fue Segismundo, ¿por qué no hacer de otra actriz el criado cobardón y terrenal? Clarín es el gracioso de esta función, un “Catalinón” que, a la postre, se convierte en alegoría de la inocencia que paga el pato de las guerras de los poderosos. Divertida y ágil en su forma de hacerse con el papel, Núñez conquista al teatro. Sin desmerecer el trabajazo de Rebeca Matellán, una Rosaura emotiva y aguerrida, de buen verso, voz limpia y que se siente a gusto en lo humorístico, y las sólidas aportaciones de Manuel Moya (Astolfo), David Luque (Clotaldo) e Irene Serrano (Estrella).
Para lectores que hayan estado encerrados en una prisión las últimas décadas y no conozcan La vida es sueño (sáltese alegremente este párrafo el teatrero habitual), recordemos: Basilio, rey de Polonia, hizo encerrar a su hijo Segismundo en una torre siendo niño, temeroso de una profecía ominosa. Por azar, la dama Rosaura, que persigue el amor prometido de Astolfo, y el criado Clarín descubren al prisionero. El monarca, ayudado por el leal Clotaldo, da una oportunidad al príncipe y, haciéndole creer que su largo cautiverio ha sido un mal sueño, lo lleva a palacio y le da libertad para reinar. En ese breve tiempo, Segismundo se desata como feroz y vengativo tirano: arroja a un criado por la ventana y trata de dar muerte a Clotaldo. Fallido el experimento, Basilio devuelve a la fiera a sus cadenas, haciéndole creer de nuevo que su breve paso por el trono fue un sueño y la celda, su realidad. Suceden más cosas que tienen que ver con el tema del libre albedrío, y ahí aparece el tuétano de este hueso filosófico, tallado con el mejor verso calderoniano. Pero eso ya sí que es spoiler, querido lector, si eres de los que no conoces el final.
El tema de esta pieza clave de Calderón permanece, por más que la aproximación cómica, farsesca casi de esta producción dé la sensación de no tomárselo en serio
El tema de esta pieza clave de Calderón permanece, por más que la aproximación cómica, farsesca casi de esta producción dé la sensación de no tomárselo en serio. ¿No hay algo de tragicómico en la aceptación de la premisa, que toda la vida es sueño / y los sueños, sueños son? Esta adaptación de Donnellan y su mano derecha desde hace décadas, Nick Ormerod, no deja de hablarnos, a pesar del barniz de desafase, sobre el libre albedrío y la sindéresis (la capacidad para discernir de forma natural entre el bien y el mal), sobre la naturaleza y la orientación del hombre. Donnellan no desaprovecha la ocasión, guiño incluido con sombras proyectadas, de asomarse al mito de la caverna de Platón, que parece irle como anillo al dedo al tema de Calderón (aunque la esencia de la solución sea más aristotélica en cierto modo). Todo ello está, pero es un poso precipitado en en el fondo de un cóctel cuyo sabor es alegre y festivo. Para verlo, hay que estar dispuesto a apreciar nuevos sabores. Y bebérselo hasta el final. Brindo por eso.
Autor: Pedro Calderón de la Barca. Adaptación: Declan Donnellan y Nick Ormerod. Dirección: Declan Donnellan. Diseño de escenografía y vestuario: Nick Ormerod. Movimiento: Amaya Galeote. Asesor de dramaturgia: Pedro Víllora. Iluminación: Ganecha Gil. Ayudante de escenografía: Alessio Meloni. Sonido y composición musical: Fernando Epelde. Intérpretes: Alfredo Noval, Ernesto Arias, Rebeca Matellán, Manuel Moya, Goizalde Núñez, David Luque, Irene Serrano, Prince Ezeanyim, Antonio Prieto. Teatro de la Comedia (Sala Principal). Madrid