El sueño de la razón

SEGISMUNDOS. EL ARTE DE VER

Una de las fortalezas de Segismundos. El arte de ver es complementar, a modo de ciclo temático, el estreno de La vida es sueño, dirigida por Declan Donnellan en la Sala Principal del Teatro de La Comedia. Así, en paralelo, la CNTC ha programado esta obra inclasificable de Antonio Álamo, una indagación en torno al mismo tema, pero con una aproximación tan oblicua que nada queda del texto de Calderón de la Barca, salvo una o dos escenas, un vago aroma lejano. El dramaturgo y director cordobés construye otra pieza independiente que es teatro dentro del teatro puro. Una mirada a la relación de una serie de actores -casi todos con minusvalías- con el escenario, con el texto y con la profesión actoral. Al menos, en teoría. La realidad es que Segismundos acaba siendo un confuso maremágnum de temas y una dramaturgia con la que el espectador -este al menos- no sabe qué pretendía el autor. Quiero creer que el autor lo sabrá.

Como decía, se le puede encontrar a Segismundos alguna que otra virtud. La citada oportunidad como complemento a la programación oficial. Su impecable factura estética, con una escenografía onírica de almohadones y sábanas colgantes que ya quisieran muchas otras producciones del drama de Calderón, un fino trabajo de enorme belleza firmado por Elisa Sanz… También la oportunidad que ofrece a intérpretes con perfiles peculiares para el circuito profesional. Otra cosa es que esa oportunidad tenga que concretarse en la programación de una institución como el Clásico.

Fuera de eso, se me ocurre poco más que destacar de un trabajo tan caótico en su dramaturgia como cargante en su desarrollo.

Álamo, en su día enfant terrible de la escena española –Los enfermos fue un texto sorprendente, seguido por Los borrachos, y más tarde hizo mucho ruido con la polémica Yo, Satán– es desde hace años director, gestor y escritor. Este nuevo trabajo es una desviación dramática a partir de un ensayo confuso de La vida es sueño, ideada para trabajar con actores con discapacidad. Unos y otros entran y salen sin motivo, lanzan sus textos y más que un ensayo, parece efectivamente, un sueño. El sueño de un pintor abstracto. La premisa, el trabajo con este colectivo, es loable. La pregunta es: ¿justifica eso una propuesta ininteligible?

"Segismundos. El arte de ver", de Antonio Álamo

También desde lo inclusivo cabe pedir coherencia a la presencia y desempeño de los intérpretes. Tener a un bailarín con síndrome de Down como Helliot Baeza, un joven que va conquistando espacios en los escenarios con nombre propio, puede ser interesante… si bailara. De la modo similar, es confusa la aportación de Christopher Ortiz, otro actor con discapacidad al que parece que el director dejara hacer lo que quisiera: sus líneas no responden al tono del montaje, es un verso suelto y asonante. No se le ofrece una verdadera inclusión con un texto de valor al que medirse y que a la vez aporte algo.

Sí logran sobrevolar las barreras dramáticas la niña May Monleón, un soplo de frescura al final del montaje -homenaje implícito a su abuelo, el gran crítico, gestor y director José Monleón-, y la bailarina Sara Barker, con una discapacidad visual y formada en la veterana compañía Danza Mobile. Hablamos de otro nivel: su naturalidad como actriz y la intensidad de los momentos en los que su cuerpo es protagonista hacen llevadera la banalidad del diálogo. En esa línea está Abel Mora, veterano actor que eleva el nivel y aporta un talento y una retranca de agradecer.

Los clásicos son “tocables”, a estas alturas nadie lo duda. Se pueden abordar desde mil y una vías. Iconoclastas, rompedoras, tradicionales, sorprendentes. No todas funcionan, claro está, y Segismundos, más allá de sus buenas intenciones, es un un claroscuro calderoniano. Un sueño, pero no de Segismundo ni de Basilio, sino de la razón.


Texto: Antonio Álamo. Dirección: Antonio Álamo. Intérpretes: Abel Mora, Sara Barker, Helliot Baeza, May Monleón, Christofer Ortiz. Voz en off: Lluís Homar. Producción: Ángela Monleón. Escenografía y vestuario: Elisa Sanz. Iluminación: Olga García (AAI). Música original y espacio sonoro: Marc Álvarez. Canciones: Uma Díaz, Marc Álvarez. Dirección coreográfica: Cristina D. Silveira y Paloma Díaz. Teatro de La Comedia (Sala Tirso de Molina). Madrid

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